viernes, 3 de abril de 2009

El perfume: Historia de un asesino – Patrick Süskind (u1)

En la época que nos ocupa reinaba en las ciudades un hedor apenas concebible para el hombre moderno. Las calles apestaban a estiércol, los patios interiores apestaban a orina, los huecos de las escaleras apestaban a madera podrida y excrementos de rata, las cocinas, a col podrida y grasa de carnero; los aposentos sin ventilación apestaban a polvo enmohecido; los dormitorios, a sábanas grasientas, a edredones húmedos y al penetrante olor dulzón de los orinales. Las chimeneas apestaban a azufre, las curtidurías, a lejías cáusticas, los mataderos, a sangre coagulada. Hombres y mujeres apestaban a sudor y a ropa sucia; en sus bocas apestaban los dientes infectados, los alientos olían a cebolla y los cuerpos, cuando ya no eran jóvenes, a queso rancio, a leche agria y a tumores malignos.

Patrick Süskind es alemán, y nació en 1949 en la localidad bávara de Ambach (en la cercanía de Munich, Alemania). Su éxito como novelista, sin duda le llegó con una obra dada a conocer en 1985 y titulada “El perfume”, novela que precisamente comienza con el párrafo recién indicado.

En dicho escrito se trasmite una muy lograda visión de época, de París y también de Francia, en años previos a la revolución francesa del siglo XVIII.

Pero además y fundamentalmente, en esa obra se plantea el tema de las obsesiones que a veces dominan por completo a las personas, habiendo casos en los que estos sentimientos son tan fuertes, que incluso impulsan a quienes los padecen a cometer todo tipo de locuras, entre ellas matar o dejarse matar.

Con disparador se usará el párrafo presentado al inicio de esta sección, solicitándose al lector que intente escribir algún escrito (cuento, micro-relato, etcétera), en el que no predomine lo visual sino las sensaciones transmitidas a través de los otros cuatro sentidos: oído, gusto, tacto, olfato.

¿Sobre qué bases o en qué línea desarrollar esas sensaciones olfativas y/o gustativas y/o táctiles y/o auditivas? Ello se deja a criterio de quien haga este ejercicio.

La atención podría centrarse en el característico y apreciado olor de la comida materna, que cada madrugada el niño fugazmente percibía desde su dormitorio en penumbras. La narración podría referirse a los olores a frituras y a otras diversas fuentes, que son usuales y bien característicos en ciertos sectores de la ciudad de Lima. O tal vez podría escribirse algo sobre el inconfundible olor que se siente en las estaciones del subterráneo de Buenos Aires, o sobre el usual olor a gasolina percibido en muchas zonas de Caracas (el cual a veces llega a marear a las personas sensibles), o sobre el fresco y agradable olor a mar y a resaca de algunas costas, o sobre las fragancias de ciertos jardines. O bien sobre las variaciones de sensaciones olfativas que intermitentemente perciben los transeúntes, en ciertas épocas y en ciertas esquinas especiales de la principal avenida montevideana, con entrecruzamientos de olores a garrapiñada, a jazmines, y a combustión de carburante.

Un buen tema también podría ser el de los olores y sabores gastronómicos.

Otros temas podrían centrarse en lo que se experimenta a través del sentido del tacto. Las diferentes texturas apreciadas por un vendedor de tejidos. Las sensaciones de blandura, calor, aspereza o rugosidad, hormigueo o cosquilleo, humedad, vibración, roce, relieve, cambios de textura al pasar de la base del seno al pezón, que experimentan los amantes mientras se acarician y se besan.

En las siguientes secciones, se presentan algunos relatos concebidos bajo los requerimientos que vienen de ser indicados.

U2 – SOY VIDENTE (u2)

Soy vidente en el sentido de ser alguien que no ha perdido el sentido de la vista, y sin duda es el sentido en el que más me apoyo en mi interacción con el entorno.

Si nos remontamos hacia atrás en el tiempo, si pasamos a considerar nuestra ascendencia, nuestros ancestros, nuestro tronco, si nos remontamos tan lejos que incluso seguimos la línea en los homínidos, en esos lejanos ascendientes que sin sospecharlo nos legaron su genética, seguramente, con certeza, a ciencia cierta, allí lejos encontraremos un sentido del olfato mucho más desarrollado que en nuestras generaciones contemporáneas.

Ahora bien, pensemos un poco, reflexionemos al respecto: ¿Por qué hemos evolucionado de esta forma? ¿Por qué el muy gradual y muy paulatino devenir de pequeñísimas transformaciones, tuvo una evolución de este tipo? ¿Cuáles fueron las razones profundas, que provocaron las mutaciones genéticas, que determinaron una progresiva pérdida de sensibilidad en el sentido del olfato de nuestra especie?

No soy especialista en estas cuestiones, así que si no me informo sobre ellas con quienes realmente pueden saber sobre estas cosas, y si tampoco busco adecuada información en un centro documentario o por vía de Internet, lo único que puedo hacer es emular a los filósofos, y en particular a los filósofos griegos de la antigüedad clásica, que bien desarrollaron la filosofía especulativa orientada a la comprensión del entorno físico y psico-social (léase: atomismo, cosmogonía, etcétera).

Y por tanto, y en mérito a lo antedicho, me atrevo a especular, y digo: Supongo que la evolución recién señalada, debe tener algo que ver con el uso intenso o periférico que se dio a los distintos sentidos en las sucesivas generaciones.

Las alteraciones genéticas que se manifiestan en milenios, y aún en decenas o en cientos de milenios, tal vez tengan o no que ver con los cambios neuronales que se producen durante el desarrollo de un ser, especialmente en sus primeros meses o primeros años de vida.

Del conocimiento popular, de lo que usualmente dice la gente, puede sacarse eso de que los ciegos, y especialmente quienes son no videntes de nacimiento, desarrollan ellos muchísimo mejor sus otros cuatro sentidos que sus congéneres no ciegos, por la sencilla razón de que los usan más intensamente, por causa de no poder ver, por causa de no tener visión.

Apoyados por ciertas explicaciones técnicas, la gente también dice que la fisioterapia y los ejercicios físicos dirigidos, ayudan con certeza a mantenerse en forma y a desarrollar funciones psico-motrices perdidas o disminuidas.

¿Qué saco como conclusión de todo esto?

Probablemente nos conviene ejercer presión de uso sobre todos los sentidos, y no hacer esto principalmente con el sentido de la vista.

Como conclusión: ¿Qué puede ser útil hacer? ¿Cómo debemos organizar nuestra vida cotidiana?

Por cierto, la cosa no se centra en disminuir o degradar nuestra visión, sino en potenciar los otros sentidos, utilizándolos más, exigiéndolos con más frecuencia.

En concreto: ¿Qué hacer? ¿Cómo actuar?

Sigamos los consejos de los sibaritas, de quienes verdaderamente son gourmet, de quienes verdaderamente disfrutan mientras comen y son exigentes con lo que ingieren.

De nuestras comidas hagamos un ritual. Seleccionemos lo que comemos, y sobre todo, démonos el tiempo necesario para comer con tranquilidad. Disfrutemos a fondo lo que degustamos, lo que percibimos mientras comemos, tanto en sabores como en olores.

Un café por ejemplo, un buen café y a la temperatura adecuada, se disfruta tanto con la nariz como con la lengua.

No comamos cualquier cosa, en cualquier lugar, en una posición incómoda, y a las apuradas. Y mientras comemos, disfrutemos de la comida, en lugar de comer mecánicamente pensando en cualquier otra cosa, y/o atendiendo a lo que se dice en el noticiero.

No nos limitemos a regularmente bañarnos, y a cambiarnos de camisa, y de ropa interior. Para nuestra higiene personal también utilicemos los perfumes, y tengamos varios en uso, pues habrá alguno que corresponde ponerse cuando se va a trabajar, y otro diferente cuando se va a una fiesta.

Aprendamos a apreciar los aromas de los desodorantes de ambiente, y las fragancias de los desodorantes personales y de los jabones.

El olfato también se educa, así como también se pueden educar el gusto, el tacto, el oído, y por cierto también la vista.

Algunos niños juegan a lo que se llama “gallinita ciega”, juego grupal que para los pequeños e incluso para los no tan pequeños es divertido y emocionante, pero que también es útil para el desarrollo psicomotor de los infantes. Con este juego se mejora la orientación, y en alguna forma también se educan el oído y el tacto.

¿Es válido hablar de sentido de orientación como el sexto sentido de los humanos? Tal vez sí, tal vez no, eso posiblemente depende del enfoque que se adopte. Sea como sea, el jueguito de la “gallinita ciega” sin duda tiene su razón de ser.

¿Es que corresponde que los adultos juguemos a este jueguito?

Bueno, tal vez en algún sentido sí corresponde, tal vez en algún sentido esto nos pueda hacer bien, nos pueda beneficiar, aunque naturalmente adaptando sus reglas.

Probemos de buscar un buzo o un pulóver en un placard, pero con los ojos bien cerrados, apreciando con el tacto las diferentes texturas de telas y de lanas, unas frescas, otras cálidas, unas suaves, otras ásperas. Probemos de pelar una naranja con los ojos vendados. Probemos en plena oscuridad de encontrar las velas y los fósforos en el estante. Este entrenamiento, o el que podamos haber adquirido de niños mientras jugábamos a la “gallinita ciega” o al “cuarto oscuro” o al “escondite”, nos puede ser de muchísima utilidad si en plena noche se produce un apagón en nuestro domicilio. En esas circunstancias, ese entrenamiento o cualquier otro de similar estilo, puede hacer la diferencia que nos evite una caída y una posible fractura.

En este mundo tan pero tan complejo, todo puede ser cierto o puede ser falso, todo depende del enfoque aplicado, todo depende del punto de vista adoptado.

U3 – COMENTARIOS SOBRE EL ESCRITO “Soy vidente” (u3)

En esta sección comentaremos el escrito titulado “Soy vidente”, el cual fue presentado en la sección inmediata precedente.

Nótese que con toda evidencia este escrito no es exactamente un cuento. Nótese que sin lugar a dudas esta narración o descripción no tiene todas las características de un cuento. Dicho texto más bien es un breve análisis acerca de la temática de los sentidos en nuestra cultura occidental judeo-cristiana.

En líneas generales, las ideas y los pensamientos allí desarrollados son a tener en cuenta y a compartir, ya que con certeza plantean cuestiones y señalamientos de cierto interés (por ejemplo en relación al gourmet, al sibarita, a quien en el error con frecuencia se ignora o se menosprecia). Y sin duda esos pensamientos son de tipo reflexivo-argumental, son de tipo analítico-explicativo.

La disminución de la sensibilidad de algunos de nuestros sentidos, posiblemente es producto de nuestra organización social, que nos facilita muchísimas cosas.

La vida en un medio muy agreste, por ejemplo en una selva llena de peligros, nos impulsa a utilizar mucho más el oído y el olfato, pues de ello puede depender nuestra propia supervivencia. Y en este entorno el gusto allí también tiene su importancia, para bien diferenciar lo comestible de lo que ya está pasado o de lo que es venenoso o puede ser venenoso.

La vida en un medio muy urbano, donde deambulamos en cajas de hormigón, donde en buen número de casos poco utilizamos nuestra motricidad fina pues muchísimas cosas se obtienen simplemente apretando botones, tiende ella a transformarnos en autómatas consumistas de cultura y de otras cosas, es decir, tiende a transformarnos mucho más en espectadores y en consumidores que en actores. Y el cine y la televisión y la radiofonía ciertamente refuerzan esta tendencia.

Además y en algún sentido, los sistemas políticos y económicos que nos gobiernan, están ellos interesados en formar gente poco sensibles, vacías, pacotas, pues sin duda personas con estas características son menos contestatarias.

Por su parte, muchos movimientos sociales o sindicales tampoco tienen mucho interés en crear condiciones internas para la discusión y el debate. Bajo el falaz argumento que algo de este tipo debilita la acción social y sindical, bajo el falaz argumento que lo que se debate son los detalles, y no los grandes principios, y no los paradigmas, en su fuero íntimo muchos dirigentes desean que sus huestes respondan a una sola voz, y que actúen como corderitos que siguen a la oveja guía.

La civilización cada vez nos da oportunidades mejores y más amplias. Pero…

Ciertamente está en cada uno de nosotros saber encontrar un justo equilibrio, y no caer en el facilismo de encerrarse en un mundo artificial lleno de comodidades, pero muy alejado de la naturaleza.

Está en cada uno de nosotros educar todos nuestros sentidos, inclusive el sentido de la vista. Pues si no somos ciegos desde el punto de vista fisiológico, y a pesar de que utilicemos la vista mucho más que los otros sentidos, si en lo principal y básico nos acostumbramos a apretar botones y a abrir puertas, y si también nos acostumbramos en la televisión a que alguna cosa pequeña e importante allí se destaque en forma especial, con un círculo, o con un parpadeo, o con cualquier otro recurso tecnológico, también podemos habituarnos a mirar sin lograr realmente ver, también podemos desarrollar nuestra habilidad psicovisual de manera de no ser muy competentes en el análisis profundo de los escenarios visuales.

Pero si en algún aspecto hasta hemos perdido la alegría de vivir. Pero si en algún aspecto hasta hemos perdido la capacidad de divertirnos con cosas simples, con los viejos desfiles de carnaval, con los misterios latentes en el juego del cuarto oscuro, con las guerras de agua al viejo estilo (con habilidad, con maña, con creatividad, con astucia, con gracia, con sorpresa, con elegancia, y sin empleo de violencia). En algún aspecto ya no nos atrae la emoción y la tensión del juego del escondite, y poco nos llama la atención la comicidad del perico ciego, quien por impericia y/o por picardía del maestro de ceremonias, no logra dar con el palo en la piñata.

En ciertos momentos especiales de la historia de Francia, espontáneamente la gente salió a las calles a bailar, para así abiertamente manifestar su alegría. Hoy día hay muchos espectadores, y quienes bailan o cantan o declaman o hacen acrobacias, en la mayoría de los casos son profesionales.

Hoy día las comparsas que desfilan en carnaval son todas ellas pagas por la municipalidad. Hoy día un desfile de bandas militares, o uno de tradición gauchesca o de raíz folklórica, o cualquier otro espectáculo que se desplaza por una avenida o por un zambódromo, es protegido por mamparas o por muros, en el entendido que los roles deben estar bien separados: unos desfilando, y otros mirando.

Hoy día para poder divertirnos y emocionarnos, en muchísimos casos debemos pagar entrada (con impuestos incluidos).

Pero retomemos el hilo conductor que inicialmente comenzamos a desarrollar, y que dejamos interrumpido.

El escrito titulado “Soy vidente”, ¿es realmente un cuento o no lo es?

Al cuento se parece en la extensión, y al cuento también se parece por el hecho notorio que ese escrito encierra y contiene cierto valor didáctico.

Sin embargo, en “Soy vidente” no hay manejo de tensión. “Soy vidente” se parece más a un ensayo que a un cuento. Puesto que se asemeja al ensayo en el sentido que allí se efectúa el desarrollo argumental de un tema. Y puesto que se distingue de un cuento en el sentido que allí no se usa la tensión para conmover y/o interesar al lector, y en el sentido que allí tampoco hay que leer entre líneas para reconstruir un entorno, y/o para imaginar una situación, y/o para elaborar una conclusión o una enseñanza. Y puesto que se distingue de un cuento en el sentido que no es una historia relativa a personajes reales o ficticios, humanos o no humanos.

Claro, analizando con mucho cuidado el escrito de la sección anterior, y sobre todo su comienzo, podría pensarse que el personaje es el narrador. Sin embargo, éste para nada cuenta en lo que se dice, y a penas si se toma a sí mismo como ejemplo, comparándose con cualquier otro humano.

Analizando con muchísimo cuidado el documento titulado “Soy vidente”, también pueden descubrirse referencias a los niños y a los adultos, pero allí no se cuenta nada sobre un grupo particular de niños, y mucho menos sobre un niño en especial o sobre un adulto en especial. En “Soy vidente” los niños y los adultos no tienen nombre, allí no hace falta manejar nombres y/o apodos y/o apellidos, pues allí se alude a cualquiera, pues allí se alude a todos los niños y a todos los adultos, o se alude a una categoría especial de niño, o a una clase especial de adulto.

En “Soy vidente”, lo que se expresa tiene cierto carácter intemporal, y perfectamente podríamos cambiar el orden de lo que allí se dice, con cambios menores en la redacción y sin cambiar para nada lo transmitido por el escrito, y sin degradar sustantivamente la calidad del documento. Con toda evidencia las cosas son así, las cosas son de esta manera.

Por el contrario en un cuento, si bien también allí puede cambiarse el orden de lo que se expresa (puesto que en este tipo de narrativa no necesariamente debe seguirse la cronología), al hacer esos cambios por lo general también hay cambios paralelos en la tensión transmitida, puesto que en los cuentos frecuentemente y en forma pícara se retarda la aclaración de alguna situación, para así introducir incertidumbre y misterio, para así tener interesado e intrigado al lector, y hacerle acomodarse nervioso en su asiento. En un cuento, cuando se cambia la cronología y/o cuando se modifica el enfoque o la estructura general de lo narrado, no solamente se suelen provocar cambios grandes de impacto en los lectores, sino que además la variabilidad de la redacción es muy grande. En un ensayo, en una afirmación argumental, las posibilidades de introducir cambios en la redacción en cierto sentido son de espectro mucho más limitado.

Resumiendo, “Soy vidente” no es un cuento pues allí no hay historia, no hay trama, pues allí no hay cronología de hechos, pues allí lo que se expresa claramente es todo especulativo-argumental.

U4 – ¿POR QUÉ LLORAS? (u4)

Se acercó a mí, y dijo: «¿Cómo te llamas?»

Le respondí, y ella repitió: «Juan Carlos.»

Y ya no pude contenerme más, la emoción me embargó por completo, mis pensamientos se obnubilaron, y sentí humedad en mis ojos.

¡Me había preguntado cómo me llamaba! ¡Y había repetido mi nombre!

Su mano derecha fugazmente acarició mi rostro. Fue una sensación extraña, muy extraña. Sus dedos apenas rozaron mi piel, pero con claridad percibí el calor que trasmitía su mano. Su caricia tenía un no sé qué indefinible, inefable. Me sobresalté ligeramente por causa de una especie de electricidad que recorrió mi espina dorsal.

Y entonces dijo: «¿Por qué lloras?»

Su pregunta me tomó muy de sorpresa. ¡Fue tan directa! Esa pregunta terminó por descolocarme, y no pude responderle. Sentí un nudo en la garganta. No pude decir ni una sola palabra. Apreté los dientes, traté de pensar en otra cosa, pero aún así no pude evitar que más lágrimas brotaran de mis ojos. Es un recuerdo que siempre tendré en mi memoria.

Su español era claro, muy claro, pero recordaba el hablar de un extranjero.

Por suerte Carmen vino en mi auxilio, y se la llevó.

¡Qué alivio! Apenas di unos discretos pasos, como para no llamar la atención, y en un intento de quedar en la periferia del grupo. Deseaba que nadie reparara en mí. Tenía ganas de ser invisible.

Luego de otros saludos, nos fuimos acomodando en torno a la mesa. Y por suerte pude escoger un sitio bien lejos de la invitada. Sin duda ella iba a ser preferencial centro de atención.

Carmen se sentó junto a ella, y comenzó a explicar.

– Cuando me llamaron para que atendiera a Laura, ella solamente tenía cuatro añitos. La meningitis la afectó cuando aún no había cumplido dos años, y la privó de vista y oído.

Laura tenía los dedos de su mano izquierda sobre los labios de Carmen, así que también ella seguía la conversación.

– Cuando ingresé a la habitación donde se encontraba y la vi por primera vez, estaba prendida a las polleras de su abuela. Parecía recelosa, muy recelosa. Sin duda tenía miedo, o al menos desconfianza. ¡Y no era para menos! Saludé a la abuela, con quien tuve un breve intercambio de palabras, y luego dije en voz alta: «Bueno, ahora a ocuparse de nuestra amiguita».

Carmen hizo una breve pausa, y luego reanudó su relato.

– Ya había pensado mi estrategia. De mi cartera saqué un enorme pañuelo de seda, el más grande que había podido encontrar en casa, y un frasquito de un perfume que especialmente había comprado en la farmacia. Mojé el pañuelo en un par de lugares cuidando de que el resto continuara seco, guardé el frasquito nuevamente en la cartera, y puse una punta del pañuelo en una de sus manos, cuidando que el resto del gran paño tocara su hombro y una de sus piernas. La muy fuerte fragancia que por cierto se había extendido por toda la habitación, ella debe de haberla sentido como un empujón, pues su reacción fue inmediata. Soltó la pollera de su abuela, se llevó el pañuelo a la cara, y luego extendió sus bracitos hacia delante, como buscándome, como pidiendo ayuda. ¡Y nos dimos un muy fuerte y largo abrazo!

En eso y en forma repentina, se hizo el silencio. El cambio tan brusco y en forma tan inesperada, había interrumpido abruptamente el hilo de mis recuerdos, y me había traído a la realidad. ¿Qué podría haber pasado?

Elevé mi vista y comprobé que la luz cenital aún estaba encendida. Ah, sin duda era el enchufe que de nuevo me estaba dando problemas. Toqué levemente la ficha de la radio, y ella de nuevo comenzó a funcionar.

Me levanté y apagué la luz, pues ya no era necesaria. La mañana ya era clara, y si bien el sol brillaba por su ausencia, la luminosidad era bien transmitida por el grisáceo y uniforme plafón de nubes.

A mis oídos llegaba la inconfundible presentación del programa “Paisajes y sabores”, que CX26 Radio Uruguay con regularidad retransmite tomándolo de las emisiones de Radio Nacional de España.

¿Por qué fue que comencé a pensar en Laura y en Carmen?

Ah, el desencadenante fue ese flash de CX26 SODRE 1050 AM sobre la discapacidad, esa especie de propaganda o consejo publicitario que tan naturalmente llega al corazón de cualquiera, y que desarrolla una muy inteligente argumentación. ¡Se ve que mi imaginación y mi saltarina memoria asociativa, me van a propinar uno de esos días bien moviditos!

¿Qué será de la vida de Laura? ¿Finalmente su familia habrá conseguido un préstamo hipotecario, en condiciones de plazo y de requerimientos más favorables que lo usual? Cuando Carmen hizo la presentación de Laura frente al grupo, recuerdo bien que se aludió a este asunto. Parece ser que la familia de Laura es de un origen muy modesto, y que cuando Laura nació vivían en condiciones bastante precarias. ¿Habrán conseguido el préstamo? ¿Se habrán mudado? ¿Qué será de la vida de Laura?

A Carmen no puedo llamarla por teléfono para hacerle estas preguntas. Hace demasiado tiempo que no tengo contacto con ella. Desde que enviudó que no la veo más. ¡Qué barbaridad! Mi timidez siempre es la que gana cuando batalla con mis intensiones de ser cumplido y gentil.

Lo que puedo hacer es buscar en Internet, a ver si puedo encontrar algo.

Muy decidido me levanté, guardé la jarra de leche y la manteca en la heladera, y de inmediato me dirigí a mi escritorio.

Encendí la computadora, y me conecté a Internet. Y utilizando un buscador, de inmediato comencé a explorar el entramado documentario mundial. El ADSL de ANTEL funcionaba a las mil maravillas.

¡Oh, Laura ya tiene 34 años! ¡Pero qué bien que se desempeña! ¡Qué suerte que las cosas se hayan encaminado de esta forma!

No solamente no es una carga pesada para su familia, sino que a pesar de sus enormes limitaciones, se da el lujo de ayudar a otros.

¡La problemática de los sordociegos sin duda es muy especial! Los ciegos que no son sordos, son millonarios en comparación a los sordociegos, y también lo son los sordos que no son ciegos. Y sin duda los que disfrutamos de los cinco sentidos somos multimillonarios.

Respiré hondo. Mi tórax se hinchó, y mi corazón se llenó de gozo. Ese día más que ningún otro, me hacía sentir orgulloso de ser uruguayo.

Laura también es uruguaya. Laura es mi compatriota. Y como yo, ella también nació en Montevideo.

Estimadísima Laura, querida mía. Es notable todo lo que has logrado. Es enorme el esfuerzo que has realizado. Bien por ti: “Chapeau”.

Miré por la ventana. El sol aún estaba bajo, pero brillaba. Y las nubes se alejaban posiblemente impulsadas por una brisa que en la habitación no percibía.

Sin duda ese iba a ser muy buen día, un magnífico día.

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