viernes, 3 de abril de 2009

Los tres artistas (v6)

En las tres secciones anteriores rotuladas V3, V4, V5, se presentaron tres cuadros de tres pintores uruguayos, que por su orden son: (a) Luís Mazzey (1895–1983); (b) Manuel Vicente Lima Acosta, más conocido como Manolo Lima (1919–1990); y (c) Bruno Widman (1930).

Los sentimientos y pareceres que en esas tres secciones se expresan en relación a cada una de esas pinturas, son los de una persona que no tiene una formación especial en relación a las artes plásticas, y que nunca ha practicado ninguna de ellas. Por cierto sería muy interesante enfrentar estas visiones que tal vez tienen un tinte ingenuo y superficial, con las de un profesional de la pintura, con las de alguien que siente el arte hasta adentro y no sólo en forma epidérmica. Todo artista, todo creador plástico, y muy especialmente aquéllos que a esta actividad dedican lo mejor de sí en tiempo y esfuerzo, con certeza y por lógica, tienen una sensibilidad muy fina en cuanto a la apreciación de una obra plástica, y en cuanto a saber extraer de ella un mensaje, una enseñanza, una impresión estética, un sentimiento.

Y para que pueda realizarse esta comparación, aquí van esas otras visiones, las tres elaboradas por Cathy Burghi, una joven y talentosa artista plástica rioplatense, y radicada desde hace varios años en la cosmopolita ciudad de París, en Francia.

Respecto de la primera pintura, respecto de la obra aquí titulada Luna, el aludido profesional del arte plástico expresa lo indicado en las próximas líneas.

Ay, la luna de esta obra me trae recuerdo de las lunas de José Cúneo. Podría besarlas por horas. Con qué deseo las guardaría en mi boca. Son lunas que son soles en la noche. Son lunas que son derroche de insomnio. Son lunas testigo de lobos y de ranas. Cierto, pocas son las noches vestidas de lunas coquetas. Pero cuando Cúneo Perinetti abría sus ojos, se comía el cielo con sus pupilas, y en la tierra de los campos, sembraba colores a su paso. Ese gran pintor uruguayo nacido en Montevideo en el siglo XIX, nacido en septiembre 11 mientras corría el año 1887, nos ha dado sus nubes, sus ranchos, en resumen su poesía. Y entonces: ¿Por qué desde aquí no brindarle a él la mía?

La obra de Luís Mazzey cuenta una escena de campo, un rancho, un caballo, un árbol, y arriba la inmensidad temible del cielo. Las dimensiones terrestres (que son diminutas y sobre el ras del piso) ponen al cielo y a la luna rodeadas de nubes como protagonistas principales. ¡Es inevitable! Miro esta imagen, e inmediatamente vienen a mi mente los cuadros de Pedro Figari y de José Cúneo. No es que tilde al artista de imitador de alguno de ellos. Simplemente se trata de memoria visual, de sentir nacional (ya que quien no es uruguayo puede no sentir así). El campo es parte de nuestra historia, es parte de la historia uruguaya. Como país Uruguay es relativamente nuevo, relativamente joven, y la patria se hizo de a caballo, en extensos descampados de pastos y chircales, y arriba teniendo el cielo que ahora es bandera.

El imaginario de Luís Mazzey se materializa en ese cielo que vemos en espiral y remolino, y pleno de distintos colores y matices. La imagen nos cuenta una hora del día, pues en el horizonte se insinúa una breve claridad. Este tipo de elementos subliminales ayudan a recrear la historia, ayudan a situarse en el entorno. La imagen transmite un relato. Cierto, allí tal vez no hay valores explícitos, pero para el ojo agudo son claros los elementos que interactúan. Una escena coherente, armoniosa, equilibrada, pacífica. Y a desplegar alas. ¿Quién vive en ese rancho solitario? Sin duda el gaucho que se levanta con el despuntar del alba. Y luego afuera y sin apuro prende el fuego. Trae la pava. Lentamente prepara el mate. Y con mansedumbre y dulzura mira al caballo, su compañero de trabajo.

Situemos la obra de Luís Mazzey en su tiempo. Nació en Montevideo un 15 de agosto de 1895, y falleció también en Montevideo un 3 de octubre de 1983.

En relación al desnudo, en relación a la obra aquí titulada Mujer, los comentarios de Cathy Burghi son los siguientes.

Mujer sin rostro. Cuerpo fragmentado dando la espalda. Oculta la identidad de la modelo, porque sin duda hubo una modelo, porque sin duda se sospecha una modelo. ¿La intención del artista? Quizás disimular detalles de ese cuerpo desnudo en posición intermedia entre el reposo y la acción. En un sentido literal y superficial, la imagen no trasmite mucho más que lo dicho, aunque siempre es posible imaginar partiendo de la propia motivación e historia. Desde una óptica técnica, en la imagen el color es un simple detalle, un añadido. Allí no hay investigación ni tonal ni de contraste. Allí el dibujo es el protagonista. Silueta bien definida, trazos firmes y angulosos en negro, reordenando en simples líneas un esquema corporal. Cierto, un cuadro sin profundidades espaciales, totalmente bidimensional. El artista utilizó una paleta restringida; los colores no son ni primarios ni tonales, son próximos al gris, pero sin oscilaciones atrevidas ni matices bien logrados. En resumen, el artista fue coherente con la paleta rioplatense de la época. No se observa erotismo en la figura, pues seguramente esa fue la intensión del artista. Para lograr transmitir un sentimiento erótico, hubiera tenido que jugar mucho más con las formas ondulantes, alejándose de las geométricas. Cierto, podrían citarse artistas que en pleno cubismo lograron darle una sorprendente libido a sus representaciones femeninas, Pablo Picasso entre otros. Un cuerpo despojado de un buen tratamiento en colores o en luces y sombras, suele quedar al margen de sugerir sensualidad y erotismo.

En la historia del arte encontramos sobrados ejemplos de desnudos femeninos, y esto es así porque una de las motivaciones más frecuentes del creador es la búsqueda y representación de la belleza. El cuerpo humano sintetiza en sus formas una armonía natural que lo hace único. Cierto, quienes aprecian esos cuerpos son humanos. Cierto, no podemos desprendernos de nuestros deseos profundos acrecentados por pesos sociales inquebrantables, y que nos dicen qué cosas son buenas y qué cosas son malas, y que nos dicen qué cosas atraen y qué cosas no atraen. Cuando miramos muchas veces lo hacemos con “ojos de griegos”. Para nosotros, oh cultos occidentales, el desnudo africano solamente suele ser una simple imagen cotidiana captada en algún documental.

Respecto de la tercera y última imagen, respecto del cuadro aquí titulado Carro, los comentarios hechos por la citada artista plástica son los siguientes.

La imagen está dividida en tres planos, y como centro de atracción, el carro y a un costado y muy cerca, el sol en el horizonte, el sol que parece del poniente. La pintura refleja la segura intensión del artista de no dejar rastros personales (pinceladas, trazos), queriendo así manifestar mucho más objetividad que subjetividad. El paisaje, árido, solitario, desolador, sin hierbas, sin chircas, sin agua. El cielo amarrete de nubes y claridades. El conjunto hace pensar en una zona de paso para hombre y carro. El conjunto transmite letanía, sacrificio, algo de angustia; mucho esfuerzo con pocos resultados. La casa del hombre, el rancho, no está a la vista, pero sin duda no está demasiado lejos. El resto queda a cargo de la imaginación del observador.

No olvidemos que las artes plásticas, por la índole misma de los medios que utilizan, tienen la finalidad de sugerir, así como sorprender, emocionar, perturbar, generar impacto, cambiar estados de ánimo. Las interpretaciones de una obra plástica ciertamente pueden ser múltiples y variadas. Y en mayor o menor grado esto es válido en todas las disciplinas artísticas, para todas las obras artísticas, con todos los medios de expresión artística.

Cada observador de una obra plástica hace su agosto. De él y solamente de él depende el rédito que obtenga. Cierto, puede mirar indiferente, con “ojos de griego”, o peor aún con “ojos ciegos”. Pero si así reacciona frente a las obras plásticas, probablemente así reaccione también frente a la naturaleza. Pues la propia naturaleza es una obra plástica de singular extensión y refinamiento, que en muchos casos nos transmite belleza y generosa nos ofrece sus frutos, pero que en otros casos también nos intimida, nos atemoriza, nos conmueve, nos encoleriza, nos traumatiza.

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