sábado, 11 de abril de 2009

Comentarios sobre el escrito “¿Cómo ganarse el cielo?” (i3)

Indudablemente este escrito es un cuento, con toda certeza este relato tiene una estructura de cuento. Desde las primeras frases se plantea el conflicto, y se lo hace bien, se lo hace dejando muchos aspectos inicialmente indefinidos y algo vagos, para así imbuir la narración de un sano suspenso, para así vivamente interesar al lector y atraparle hasta el final. En el inicio el conflicto es esbozado en forma algo borrosa, sin especificar las razones profundas del mismo, las que el lector podrá ir descubriendo más tarde a medida que avanza en la lectura del escrito.

Nótese la frescura y la ternura de algunos planteamientos, muy naturales, muy humanos, muy espontáneos, que pintan al personaje principal como alguien sensible, como alguien muy femenino, como alguien con el corazón a flor de piel, como alguien que se refiere a sus propias frustraciones pero sin dar a ellas excesiva trascendencia, como si así quisiera quitarles importancia, como si así quisiera mostrar resignación, como si así quisiera aceptar su destino sin pelea.

En resumen, el planteamiento del cuento es bastante bueno, la trama interesante y atrayente, y el conflicto o asunto motivador está bien planteado.

Ciertamente todo es perfectible, ciertamente el lector tal vez pueda imaginar alguna mejora aquí o allá, (a) un cambio de redacción, (b) un acomodamiento de frases, en algunos casos uniendo dos frases en una, en otros casos partiendo una frase en dos, (c) un tratamiento más elaborado del hombre del sombrero grandote (personaje que sin duda podría dar para más), (d) una profundización de la figura de la madre de la protagonista, quien tal vez falleció, quien tal vez se volvió loca y está en un nosocomio olvidada por su familia, (e) al menos alguna aclaración adicional sobre el abuelo de Elvira, quien apenas si es mencionado (¿porqué no está en la casa? ¿falleció? ¿se distanció de su esposa?).

En líneas generales, “¿Cómo ganarse el cielo?” es una narración que cumple con los requerimientos solicitados en la sección I1, y que agrada a la mayoría de los lectores.

El estilo monólogo interior se implementa en este escrito con mucha naturalidad, lo cual indudablemente es un mérito adicional. A veces no es tan fácil imprimir naturalidad y espontaneidad a un monólogo interior, técnica que como no es frecuente no es muy fácil de manejar. Véase que los saltos de un tema a otro en este escrito son frecuentes. Allí ellos se encadenan con cierta lógica, lo cual por tanto no oscurece ni dificulta la comprensión de lo narrado. Tal vez ésta puede ser una falla, ya que cuando en la realidad una persona se pone a reflexionar consigo misma, hay cambios de tema que son más abruptos, hay encadenamiento de ideas que quedan inconclusos; para conseguir algo más de realismo en esta narrativa, posiblemente habría que oscurecer un poco algunas oraciones, e implementar cambios de asunto que parezcan más arbitrarios.

Véase que el escrito tiene un desenlace, tiene un mensaje a descubrir, el cual es planteado con bastante claridad hacia el final de la obra, a través de una expresión que además es la que da título al cuento. Por cierto, está bien planteada la contradicción y oposición entre lo que piensa Elvira de Pepa en su fuero íntimo, con la forma como Elvira atiende a Pepa en sus necesidades materiales, e incluso con la manera como la defiende frente a las visitas criticonas.

Obsérvese también que los contactos de Elvira con la realidad son mínimos en esta obra, pues las distintas oraciones prácticamente expresan casi todas ellas los pensamientos interiores del personaje y sus recuerdos de cosas ya pasadas.

Las únicas posibles excepciones que se destacan, los únicos pasajes que en este sentido son dubitativos, son uno de ellos vinculado con Avelino, cuando se deja de manifiesto que el enfermero no tiene intensión de cobrar su trabajo, y lo que inmediatamente induce la promesa de Elvira de llevarle de regalo una gallina ya desplumada.

El otro pasaje de este tipo es al final de la obra, cuando allí se revela que Elvira es quien también se ocupa de preparar diariamente la comida para Pepa, y cuando directamente la protagonista afirma que ambos esposos (Juan y Pepa) ya se tienen ganado el cielo.

Nótese que en realidad incluso podría quedar la duda si estos dos pasajes recogen dichos fieles de Elvira en el preciso momento que ellos son expresados, o si simplemente estas expresiones forman parte del torrente de ideas de la protagonista. Sea cual sea esta cuestión, estos dos pasajes con claridad supuestamente se refieren en forma más fidedigna a la realidad presente, lo que está en oposición y contrapunto con el resto de la obra, donde más bien se expresan recuerdos de la protagonista, así como sus opiniones, sus sentimientos, sus anhelos, su notoria resignación, sus deseos escondidos. Estos supuestos contactos directos con la realidad no rompen la magia del monólogo interior, pues dichos contactos son breves y poco numerosos, y porque allí a lo sumo únicamente se recogen palabras de la protagonista, omitiendo las posibles contestaciones de Pepa y de Avelino, y omitiendo también cualquier aporte o intrusión de un narrador omnisciente y omnipresente.

La otra característica de este escrito, la otra particularidad de este trabajo, se refiere a las enormes posibilidades que con naturalidad allí se presentan para reiteradamente aplicar algunas figuras retóricas.

Por lo general las figuras retóricas deben aplicarse con mucha prudencia y mesura, y muy esporádicamente, pues de otra forma se corre el riesgo de no introducirlas con espontaneidad. Por su enfoque, este escrito se presta para proceder de una manera diferente.

En estilo de monólogo interior uno no tiene que preocuparse mucho por la cronología, y se permite saltar de un tema a otro, así como alterar el tiempo, vale decir, decir primero lo que pasó después, y haciendo una mezcla. Porque cuando alguien piensa precisamente eso hace. Y en buena medida eso es lo que se hace en el escrito aquí analizado. Este esquema, este enfoque, es propicio para las reiteraciones de ideas, de expresiones, de palabras.

Nótese que por todos lados se aplican el polisíndeton y el asíndeton, es decir, a veces se omiten conjunciones, y a veces se ponen más conjunciones de las necesarias. Esto puede que muchos consideren un detalle muy menor. Sin embargo, en el escrito aquí considerado tienen un efecto notorio y singular. Y muy probablemente el autor debe haber pasado a veces un par de minutos enfrentado a una de estas frases, pensando si suprimía las “y” o las “o”, o si por el contrario las ponía por todos lados.

Las otras tres figuras retóricas que aquí se usan bastante bien, sin duda son el hipérbaton, la repetición o replicación, y el paralelismo. En particular la replicación y el paralelismo se suelen llevar bien, y son las aquí más usadas, y son las más aplicadas en el escrito aquí estudiado.

El hipérbaton es la alteración del orden usual, la repetición consiste en repetir un término, como por ejemplo día tras día, o como por ejemplo siempre pero siempre, o como por ejemplo fantaseaba y fantaseaba. El paralelismo consiste en una frase o en una oración seguir la estructura o alguna otra cosa de una frase anterior o de una oración anterior. El uso de estas tres figuras, sobre todo si ellas se usan mucho, imprime cierta sonoridad y cierto ritmo al escrito, transmitiendo según los casos sentimiento, extrañeza, singularidad, y/o reforzando algún mensaje subliminal, como melancolía, tristeza, rutina, etcétera. Lo que por cierto en la trama aquí desarrollada viene como anillo al dedo.

Lo expresado hasta aquí sin duda es lo fundamental en relación al escrito “¿Cómo ganarse el cielo?”. De todas formas, en este relato también se rozan otras temáticas. (1) Las gentes criticonas y envidiosas, y especialmente las mujeres criticonas de cierta edad. (2) El tema del matrimonio, asunto que preocupa a las mujeres de todas las edades, y aún a las mujeres jóvenes. (3) La problemática de los niños que deben criarse alejados de sus padres biológicos. (4) El eterno asunto del embelesamiento de una niña con carencias afectivas, que con determinación y hasta con desesperación se aferra a una figura adulta masculina. (5) Las fantasías infantiles, especialmente en torno a las cuestiones sexuales. (6) La cuestión de los miedos infantiles y de los mitos infantiles (el hombre del sombrerón, el hombre de la bolsa, el ratoncito Pérez). (7) El problema de las mujeres que en cierta medida renuncian a una vida plena, que en cierta medida renuncian a un compañero y a tener hijos, porque se sacrifican atendiendo a varios adultos mayores. (8) El egoísmo de algunos hijos, que a partir de cierta edad hacen su vida alejados de sus padres, y sin demostrar una especial preocupación por lo que a ellos les pase. (9) Los avatares de la vejez, las manías, los achaques, los padecimientos, las enfermedades, los encierros, las soledades y los aislamientos, los desplantes, las vergüenzas, los fallecimientos.

Indudablemente cualquiera de los nueve temas que recién fueron enumerados, podría dar lugar a muy interesantes debates y reflexiones sobre la base del monólogo interior aquí analizado. Tarea que por cierto aquí no desarrollaremos, pues la dejamos en manos de los lectores.

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