sábado, 11 de abril de 2009

¿Qué es la literatura? (j2)

Un grupo de amigos me solicitó que indicara las características de mi casa ideal.

En forma espontánea ciertamente les respondí con lo que realmente pienso. No podría haberlo hecho de otra manera. Soy honesto. Soy sincero. Soy transparente. Me muestro tal como soy. Pienso con libertad, y con libertad digo lo que pienso.

Mi casa ideal no tiene porqué ser ni muy lujosa ni muy grande ni muy excepcional ni muy extraordinaria ni muy llamativa.

Lo fundamental es que ella se encuentre bien construida, y que sea terriblemente utilitaria. Que sea sencillo de limpiarla. Que sus instalaciones no requieran mantenimiento con excesiva frecuencia.

Que las paredes sean pintadas con colores claros sin demasiadas sofisticaciones, y que en los techos se utilice pintura antihongos para cielorraso, para que así los mismos puedan respirar y no condensen humedad.

Mi casa-habitación ideal debe estar bien distribuida, vale decir, su circulación debe haberse pensado con un criterio lógico. Debe ser cómoda, con ambientes que en el uso no resulten ser excesivamente estrechos, aunque tampoco tienen porqué ser excesivamente grandes. Al menos un lugar para dormir que se encuentre cerca de un baño. Un baño completo y muy amplio, y un segundo baño algo más pequeño. Un ambiente donde pueda instalarse en forma integrada un comedor principal y algunos sillones que oficien de sala y recibidor. Un cuarto-escritorio que no tiene porqué ser excesivamente grande, y donde se encuentre una computadora, una mesa de trabajo, y una pequeña biblioteca de madera con estantes a la vista. Un lugar de cómoda circulación para preparar alimentos sencillos, y que allí también integre la heladera, algún elemento para calentar alimentos o para cocinarlos, algunos armarios, una mesa redonda que sirva como comedor diario, una mesada de granito relativamente amplia con una pileta doble y grifería mono-comando, revestimiento cerámico de agradable aspecto con guarda perimetral a la altura de los ojos, y con cinco o seis azulejos decorados distribuidos aquí y allá entreverados con los azulejos lisos de color claro. Y por cierto que allí también se encuentre instalado un extractor de aire tipo turbo.

El baño principal debe tener una mesada de granito con dos bachas ovaladas y grifería mono-comando, debajo de la que debe haber un placard con puertitas para allí ubicar algunos elementos de limpieza y algunos elementos de tocador (para en caso necesario poder reponer los mismos). El baño más pequeño tendría un único lavabo, y por cierto todos los aparatos sanitarios que son tradicionales, al igual que en el baño principal. Ambos baños tendrían duchero y no bañera. El duchero del baño principal debería ser el más amplio, para allí permitir el eventual ingreso de una persona que tenga dificultades de desplazamiento, y para allí eventualmente poder ubicar un banquito. En ambos baños la roseta debería ser de tipo teléfono, y la grifería mono-comando como en la cocina debería ser de tipo exterior, de forma de poder implementar su eventual sustitución en caso necesario sin necesidad de romper o retirar azulejos. Ambos baños deberían tener amplios espejos, así como al menos dos aparatos de luz, uno de ellos con un spot dicroico o con dos. Los azulejos de los baños deberían ser grandes al igual que los de la cocina, de veinte o veinticinco centímetros por treinta y tres centímetros o de similar tamaño. Ambos baños tendrían un estante visto ubicado más bien alto, para allí poder poner toallas de repuesto. Un calefón serviría de agua caliente a ambos baños, y estaría instalado en uno de ellos dentro de un placard. Este calefón no tendría porqué servir de agua caliente también a la cocina, pues allí se podría instalar un calefón bien pequeño debajo de la mesada.

Ambos dormitorios tendrían amplios placares, de forma de allí con comodidad poder ubicar la ropa de abrigo separada de la ropa liviana. En los dormitorios las camas estarán ubicadas junto a pequeñas mesitas de luz donde poder poner alguna lámpara y algún aparato de radio, y al frente se ubicará un televisor color manejado con control remoto. La circulación en los dormitorios deberá ser amplia de modo de cómodamente poder limpiar con aspiradora, y allí también deberá poder ubicarse un sillón desde donde también se pueda ver la televisión.

El pasillo deberá tener un placard-despojador, que sirva de desahogo para allí poder guardar alguna ropa y algunos otros elementos que no puedan ser ubicados en los otros ambientes.

La instalación eléctrica deberá tener fusibles térmicos de diez o quince amperios por sector, y una llave general térmica disyuntora, de esas que preservan la vida humana de eventuales descargas a tierra. Toda la instalación eléctrica por cierto deberá ser embutida, y en lugares estratégicos se instalarán perillas controladoras para así poder regular la intensidad lumínica de algunos focos.

Todos los ambientes deberán tener luz natural, incluso los baños, y de ser posible incluso el pasillo, y sus ventanas y aberturas deberán tener orientación principal norte, o noreste, o noroeste, de forma que los rayos solares penetren directamente en un horario bastante extendido.

Por razones de seguridad y por razones varias de mantenimiento, es recomendable apartamento en propiedad horizontal y no casa independiente. De preferencia, el apartamento deberá estar ubicado en un piso alto y deberá tener buena vista.

La terraza lavadero no tiene porqué ser excesivamente grande, pues basta con que allí pueda instalarse un lavarropa no muy grande, y con que allí pueda colgarse alguna ropa para secar. Esta terraza deberá ser cerrada con un cerramiento de aluminio y puertas corredizas, para así protegerse de los elementos, y para así también proteger a la máquina-lavarropa.

Mi casa ideal, mi casa-habitación preferida y soñada, no tiene porqué tener numerosos electrodomésticos de mediano o gran porte, como por ejemplo lavarropas de tamaño mediano o grande, lava-vajillas, secador de ropa, congelador-freezer de frío intenso, etcétera. Tampoco será necesario allí tener elementos novedosos y llamativos, como ser abrelatas automático, cuchillo eléctrico, panquequera, juguera eléctrica, máquina exprimidora, máquina picadora, máquina procesadora con más de una docena de posibles empleos, dispensador de cubitos de hielo, tostadora automática, freidora, plancha a vapor, cafetera express, jarra eléctrica, licuadora, sandwichera, wafflera, enceradora, horno combinado eléctrico y a gas con rotor-grill, etcétera. La ropa grande se enviará o bien a la tintorería o bien al lavadero. Ciertas comidas muy elaboradas o muy complicadas de preparar, podrán ser solicitadas a domicilio o podrán ser degustadas directamente en los restaurantes. En los baños no será necesario instalar extractores de aire, dado que tendrán buena ventilación a través de las ventanas corredizas.

Mis amigas y amigos en silencio habían escuchado mis doctas y formales explicaciones y descripciones, y si bien no habían hecho comentarios ni planteado preguntas, en apariencia habían seguido mi presentación con atención e interés.

Recordando de improviso que la mejor manera de responder a una pregunta es planteando otra pregunta, pregunté a mi vez: «¿Y para ustedes, cuál es vuestra casa ideal?»

Se miraron unos a otros en silencio, como para ver quien estaba decidido a empezar, y luego uno de los asistentes dijo que reflexionarían y que me enviarían sus respuestas a la brevedad posible. Y al poco rato la reunión se disolvió.

Y efectivamente ellos cumplieron su promesa y no la olvidaron. Desde hace unos días poco a poco voy encontrando sus repuestas en la bandeja de entrada de mi casilla electrónica.

Indudablemente mis amigas y amigos consiguieron asombrarme. Por cierto, no esperaba que todos compartieran mis criterios. Al contrario, me esperaba algunas sorpresas, pero no del tipo de las que estoy descubriendo en sus escritos.

Pensé por ejemplo que alguno se inclinaría por casa independiente, para así tener un fondito o un jardín donde poder cultivar rosas y/o donde poder tener una mascota. Pensé también que otro preferiría una casa enorme donde pudieran convivir varias generaciones: una familia semilla con algún hermano o hermana, más los hijos (algunos solteros y otros casados y con sus cónyuges), y más algunos nietos.

Incluso pensé en algún detalle insólito y sorprendente, como el que cierta vez observé en la casa de una señora. Ella quería tener una mascota, pero gatos y perros no quería pues decía que daban mucho trabajo, pececitos y tortugas no quería pues decía que eran poco cariñosos. Al final optó por una canarita que compró pocos días después de nacida, y a la cual crió muy mansita. La señora abría la jaula, y el pájaro libremente volaba por el comedor, por el pasillo, por la cocina, por el baño. Naturalmente todas las ventanas estaban cerradas, y el pájaro posiblemente lo sabía pues hacia ellas no se dirigía. La señora había acondicionado en varios lados unas peceras grandes para su pajarita. En una había arena que renovaba cada tanto, para que el pajarraco allí se diera sus baños secos. En otra le dejaba su bañito con agua fresca y su bebedero, así como unas hojas de lechuga. En otra le ponía alpiste y las vitaminas, así como un nidito, pues decía que algún día le haría tener crías. Lo de las peceras era para que de lejos se pudieran ver las evoluciones del bichito a través de los vidrios. De vez en cuando el pájaro volvía a su jaula abierta, ya que allí también tenía un bebedero y un comedero. La jaula era grande, y tenía vidrios en la zona baja, para que así las cascaritas de alpiste y otras cositas no salieran ensuciando el entorno. Intrigado y asombrado, pregunté de qué forma se lograba hacer que la canaria volviera a la jaula, y la señora rápidamente respondió: “Ah, simplemente la llamo y ella viene”. Y me lo demostró. La señora comenzó a piar y puso un dedo extendido de su mano izquierda cerca de su mano derecha. Y a poco de actuar de esta manera el pajarito vino volando y se posó en el dedito extendido. La señora entonces acercó lentamente su otra mano hasta que agarró el cuerpo de su mascotita. Y la besó varias veces en la cabeza, y el animalito parecía estar acostumbrado a este tratamiento pues no daba la impresión de querer zafarse. Solamente giraba su cabecita de un lado a otro, curioso por ver tanta gente que lo rodeaba y lo miraba. Instantes después la señora llevó a la pajarita de nuevo a su jaula, en donde cerró la puertita una vez estuvo dentro el animalito. Y así se terminó el espectáculo de ese día.

Por cierto, con toda evidencia, esperaba que mis amigos expresaran sus pareceres con criterios disímiles pero en la línea que yo había desarrollado. Incluso esperaba que alguno de ellos relatara alguna jugosa anécdota, o que reclamara alguna condición insólita. Pero no. Sin lugar a dudas mis amigos me sorprendieron mas allá de lo que me imaginaba. Sin lugar a dudas los conceptos de casa ideal que se me presentaron superaron todas mis expectativas.

A una de las respuestas bauticé “Diálogo con un vendedor”, pues en este escrito precisamente se simula un dialogado entre un vendedor inmobiliario y un posible comprador. Esta respuesta también podría ser bautizada “Mi casa es mi planeta”, pues allí no se describe ni una casa urbana apropiada para la vida en nuestra compleja estructura social actual, ni una confortable residencia en una zona rural, con adecuadas instalaciones aledañas propicias para las actividades productivas que allí se pudieran desarrollar.

En realidad esta respuesta es una especie de alegoría que entre líneas parecería que quiere transmitir un mensaje ecologista. No hagamos pruebas con nuestro suelo pues de este globo no podemos mudarnos. No nos alejemos mucho de la naturaleza, cuidemos nuestro entorno. En ecología como en economía, los márgenes de maniobra no son excesivamente estrechos, pero a la corta o a la larga siempre se debe pagar un precio.

En esta descripción de casa ideal es el comprador quien principia expresando sus necesidades: «Por techo quiero la luna, y el piso tiene que ser suave, acolchado, natural. En los ambientes los aromas más variados deben llenar hasta los huecos más imperceptibles, y el frescor del rocío mañanero debe penetrar a raudales por las ventanas. Y lo más importante, no debe tener precio.»

El vendedor sin duda esperaba un cliente común y corriente, un cliente como tantos, un cliente con dinero, necesitado de mudarse, y dispuesto a pagar un precio por su adquisición y una comisión al intermediario.

Así que un tanto incomodado y nervioso dio la respuesta que era de esperar: «La casa que usted solicita no existe. ¡Pero que pretende! ¿Quiere jugar conmigo? ¿Quiere gastarme una broma? ¿Quiere hacerme perder el tiempo?»

El comprador tal vez un tanto sorprendido de que su solicitud se tomara a mal, replicó a su vez: «No se ofusque. Mi pedido es serio. Sabe usted, soy amante de la naturaleza, y quiero vivir en un lugar seguro, en un lugar que tenga futuro, en un lugar que también mis hijos y mis nietos puedan disfrutar. Y respecto de su inmobiliaria, un amigo me aseguró que se buscara lo que se buscara, la casa que alguien siempre soñó ahí está.»

El vendedor un poco alagado por el elogio, pero también preocupado por sospechar que estaba tratando con un loco, contestó un poco bruscamente, como queriendo intimidar, como queriendo imponerse: «Ciertamente variedad aquí es lo que sobra. Pero usted no está buscando una casa ideal sino una casa irreal. La propiedad que usted quiere no existe. Esa casa hoy aquí no la tenemos en cartelera, hoy no la tenemos y nunca la tendremos. ¿Acaso es usted un inadaptado? Le invito a retirarse, pues de otro modo me obligará a llamar a la policía.»

«Está bien, está bien, ya me retiro, aunque mucho lamento no haber podido negociar con usted.» Así se expresó quien quería ser futuro promitente-comprador, y con paso ágil se dirigió hacia la salida, aunque antes de traspasar la puerta titubeó, y volviéndose hacia su interlocutor muy convencido le dijo: «En un tiempo no muy lejano, quizás yo deba hacer por usted, lo que usted hoy no quiso hacer por mí.»

Bueno, esta respuesta vale, este escrito está muy bien, estas líneas en forma muy breve están transmitiendo un mensaje claro y fuerte.

La humanidad está actuando en forma inconducente. La humanidad parece haber perdido el juicio pues parece estar tratando de autodestruirse.

Cierto. Hay voces de alarma. Hay gritos de alerta. Y la propia Organización de Naciones Unidas está a la cabeza. Los planes de contingencia. Las consultorías y asesorías internacionales a los países del Tercer Mundo. Los llamados para la formación de fondos multimillonarios. Los objetivos del milenio. Las faustosas y brillantes reuniones internacionales, donde se discute con altura, y donde se firman declaraciones grandilocuentes que son difundidas por todos los rincones del planeta.

Está bien. Se intenta hacer algo y eso está bien. Parecería que se está tomando conciencia y eso también está bien.

¿Pero lo que estamos hoy haciendo alcanzará? ¿Lo que hoy estamos promoviendo servirá para equilibrar las fuerzas que parecen querer destruirnos?

Todo esto me hace recuerdo a un fresco diálogo infantil entre Mafalda y Susanita. Finalmente Malfalda logra convencer a su amiga que algo debe hacerse por los pobres, y entonces la pequeña Susana tiene una idea que le parece apropiada.

«Haremos un té de beneficencia para recaudar fondos, –dice– y allí instalaremos una pasarela donde desfilarán modelos top con diseños de grandes modistos. Y allí daremos té y chocolate bien calentitos para beber, y para comer sabrosos sándwiches y exquisiteces dulces. Y así seguro que podremos recaudar fondos suficientes para comprar arroz, polenta, lentejones, fideos, y todas esas otras porquerías que comen los pobres.»

Todo esto también trae a mi memoria esa importante reunión internacional celebrada hace algún tiempo en un lujoso centro de invierno en Suiza, y en donde se proponía debatir sobre el ya notorio problema del calentamiento atmosférico global, y sobre la exagerada emisión de gases de tipo invernadero con origen en las actividades humanas. En el banquillo de los acusados estaban en primera fila: (a) La innecesaria quema de neumáticos y de otros desperdicios. (b) Las emisiones provocadas por los medios de transporte y de calefacción que usan carburantes derivados del petróleo. (c) Las emisiones industriales. (d) La deforestación alarmante y descontrolada de zonas boscosas. Claro, a esta reunión llegaron técnicos y dignatarios de todas partes del mundo, pero la mayoría utilizó el avión y luego el automóvil como medios de transporte para así llegar a la zona del encuentro, y se alojaron y debatieron en un lujoso hotel con muy buena vista hacia las cumbres nevadas, y muy bien calefaccionados con combustibles derivados del petróleo. Y entonces corresponde plantearse si este tipo de reuniones sirve para algo o no. Y entonces corresponde plantearse si las personas que concurren a estos encuentros son realmente sinceras o si no lo son.

La humanidad sin duda hoy día se encuentra en una encrucijada. Y quienes tienen más peso en la conducción de los grandes temas, parecen no comprender del todo, parecen estar desorientados. ¿Cómo rectificar rumbos?

En 1721 comenzó a difundirse una novela epistolar que sin duda cambio rumbos, que sin duda marcó nuevos caminos, nuevos derroteros: “Les lettres Persanes”, o sea “Las cartas persas”. Una simple obra literaria, una simple colección de cartas de ficción, logró hacer pensar a mucha gente. Y entonces, ¿la literatura sirve o no?

«Caminante, no preguntes donde conduce este camino. La respuesta es evidente, la respuesta es obvia. De una forma o de otra todos los caminos conducen a Roma.»

La fuerza de una centralidad es enorme. Y una vez impuesto un paradigma es muy difícil erradicarlo.

De una manera o de otra hay preguntas que con insistencia se plantean una y otra vez. ¿Es que la literatura sirve para algo?

A cierto escritor cierta vez le hicieron esta pregunta, y éste respondió en forma muy breve, en forma cortita y al pie.

«¿Y de que sirve subir una colina para poder mejor apreciar una puesta de sol? Sirve para disfrutar algo bello. Sirve para embelezarse con ese magnífico espectáculo. Sirve para hacernos comprender que somos muy pequeños frente a la inmensidad del universo, y así incentivarnos a pensar sobre nuestro destino y sobre nuestro futuro y sobre las condiciones que dejaremos a nuestros hijos y a nuestros nietos. Y con certeza la literatura es similar a una puesta de sol.»

En 1721 fue la novela epistolar “Les lettres Persanes”. En el siglo XVIII fue el escrito titulado “Les lettres Persanes”, pensamiento e idea que lentamente fue decantando, y que fue el germen que en 1748 finalmente concretó un nuevo libro del mismo autor que se tituló “De l’esprit des lois” (“Sobre el espíritu de las leyes”, o “Relaciones que las leyes deben tener con la constitución de cada Gobierno, y con las prácticas morales, el clima social, la religión, el comercio, etcétera”). Y en el siglo XXI, y en el siglo XXI el elemento catalizador y desequilibrante bien podría ser el escrito titulado “Diálogo con un vendedor” o “Mi casa es mi planeta”. ¡Quien lo podría saber! El tiempo lo dirá.

“Con la casa sobre los hombros” es el título que puse a otra de las respuestas llegadas a mi buzón digital. Sin duda ésta es la respuesta más breve entre todas las que hasta ahora me llegaron. Con certeza la brevedad no es lo mío. Con sinceridad siempre tuve dificultades para establecer una síntesis, pues siempre ubico un defecto, pues siempre descubro un faltante, pues siempre encuentro algo para agregar. ¡Que le voy a hacer! Soy así. Soy detallista. Soy perfeccionista. Siempre pienso en alguna posibilidad escondida. La respuesta recién aludida expresaba más o menos lo que sigue.

1. «La casa ideal es la que en suerte me ha tocado. –piensa el caracol mientras su caparazón arrastra sobre el piso mojado– No todos tienen dicha y fortuna para ser parte de este mundo. Lo verdaderamente importante es saber fijarse rumbo.»

2. «El caracol continúa con su divague, continúa con su adagio: Mi andar es parsimonioso y un tanto aletargado, no es tan fácil marchar con coraza puesta y destino trazado.»

3. «Es orgullo de caracol la espiral tener siempre consigo, y un poco de amor recibir de algún amigo. La divina proporción en mi morada establece, una cosmovisión de lo que por negligencia perece.»

4. «El universo se desvanece, cuando en mi casa me meto, lo que no siento no duele, lo que no veo no siento.»

5. «Ustedes… pobres hombres, sus energías malgastan, persiguiendo ilusiones, masticando patatas.»

Bueno, este escrito con ciertas aspiraciones de poema, es muy corto pero muy jugoso. Invita a la reflexión. Invita al divague. Está inundado de simbolismo. Está pleno de múltiples posibles interpretaciones. Muy pero muy bien. Excelente. Sobresaliente.

Por cierto también corresponde decir alguna cosa referente a la historia de Alberto Solón, otra de las respuestas recibidas.

1. Albertito vivía solito con sus papitos, quienes por fortuna poseían cuantiosas riquezas. El niñito con frecuencia estaba tristecito pues estaba solito. Y conseguía consuelo argumentando que su mamita estaba siempre muy cerquita. Además, después de todo no la pasaba tan mal leyendo sus numerosos e ilustrados libritos.

2. Y así transcurrió infancia y adolescencia de este hombrecito, leyendo y leyendo, y algún que otro domingo, dócilmente acompañando a su mamita al cercano y simpático pueblecito.

3. Un poquito antes un poquito después todo todito llega en este mundo, y lo que podía pasar pasó. Sus papitos enfermaron y luego fallecieron.

4. Albertito quedó muy pero muy solito, en esa gran mansión donde había nacido y crecido, y donde como buen glotoncito, él mismo se encargó de hacerse gordito.

5. Todo en esa gran casita traía recuerdos a este hombrecito. Las grandes habitaciones. Los enormes espejos. Los sillones de terciopelo, y la biblioteca. También por cierto la cuadra que ahora ya no albergaba caballitos.

6. Por pasar tanto tiempo solito, en él se fue arraigando una extraña sensibilidad. Acostumbrado a la soledad, comenzó a amar al silencio. Y cualquier ruidito le hacía daño, le estresaba, le molestaba, le desconcentraba.

7. Tanto le molestaban los ruiditos, que contrató a un arquitecto para mejor aislar acústicamente a su gran mansión. Y no contento con los aislantes que mandó instalar este profesional, en adición hizo colocar colchones en las paredes, y con estos elementos así también tapó algunas ventanitas.

8. Como estaba muy aburridito, comenzó a ir al pueblito que algunas veces había visitado con su mamita. Y como la gente y los ruiditos le molestaban cada vez más, estas visitas las hacía de nochecita.

9. Claro, de nochecita muy poquitos transitaban por las callecitas. Algún mendigo. Algún solitario como él paseando a su perrito. Algún trabajador retrasado que presuroso iba a reunirse con su mujer y sus hijitos.

10. Como siempre leía y leía sus libritos, y como su biblioteca era enorme, la cultura de este hombrecito crecía y crecía. Y también estaba al tanto de las actualidades locales y de otros lados, pues cada día recibía y leía la prensa escrita.

11. Por curiosidad, en las nochecitas comenzó a ir a los lugares donde alguna cosita había ocurrido. La placita que ya tenía banquitos nuevos. La esquinita donde habían derramado vino. La callecita donde un automóvil había matado a un gatito.

12. Con todos estos insumos, poco a poco la imaginación de este hombrecito fue creciendo y creciendo. Hasta que cierto día pensó que también él podría escribir una novela.

13. ¿Porqué no, si él era tan capaz como cualquier otro? Y como el proyecto le gustó, manos a la obra puso de inmediato, se remangó las mangas de su camisa, y comenzó el garabato. Y trabajó y trabajó en su novela. Y escribió y escribió capítulo tras capítulo. Y la novela no parecía tener fin. Era un trabajo de nunca acabar.

14. Como los ruiditos por mínimos que fueran le seguían molestando, y como además ahora le distraían en la tarea de escribir pues le hacían perder el hilito de la trama, mandó construir un muro grueso y alto todo en derredor de su gran mansión. Y en el inmenso pórtico de hierro hizo instalar siete cerrojos que se abrían con siete diferentes llavecitas.

15. En su inmenso jardín quiso instalar algún símbolo relativo al arte de escribir. Pensó en una diosa griega, como por ejemplo Carlíape o Melpómene o Talía. Pensó en un busto de algún escritor famoso. Dante Alighieri. Pierre y Thomas Corneille. Edmundo de Amicis. Chrétien de Troyes. Gracilaso de la Vega. Jean Froissard. Friedrich Fouqué. José Sixto Álvarez. Rosalía Castro de Murgía. Eduardo Pondal y Manuel Curros Enríquez. Edgar Alan Poe. Galileo Galilei e Isaac Newton (no, estos últimos dos en realidad no, estos últimos dos fueron más científicos que dramaturgos o poetas). William John Fellner (en realidad este tampoco, pues solamente se dedicó a la economía).

16. Finalmente se decidió, y mandó construir un laberinto de arcilla, cuya entrada estaría vigilada por un fauno, de profusa barba, piel de cabra, y con una antorcha en cada cuerno. Y circundando la cabeza, la infaltable corona de hojas.

17. Cuando le construyeron el muro, y mientras le construían el laberinto, el ir y venir de los obreros, sus voces, sus gritos, el chirriar de las máquinas, los golpes de martillo, le sacaban de quicio a tal punto de estar al borde de enloquecer, pero con voluntad se dominaba y se contenía, y soñaba en la paz que tendría cuando la construcción hubiera terminado.

18. Y terminado el laberinto decidió ir a explorarlo. Y allí pasó hora tras hora, día tras día. Cada valla un desafío. Cada falso camino un incentivo aún más fuerte para encontrar la salida. Cada etapa se parecía a un juego.

19. Ya no tenía tiempo para ir a su escritorito a escribir cuando alguna idea se le ocurría, así que comenzó a escribir en las paredes del laberinto. Siendo ellas de arcilla eran aptas para la escritura.

20. Y en estos nuevos ensayos de escritura el hombrecito sufrió una involución, sufrió una vuelta atrás en la historia. De la escritura alfabética pasó a la escritura silábica, y de ésta a la cuneiforme, y de ésta a la escritura jeroglífica. En este proceso no tuvo que inventar nada, pues todo le surgía de dentro, como si lo hubiera sabido de siempre. Y en los jeroglíficos predominaban las cruces y las lunas.

21. Así cambió la máquina de escribir por el estilete. Su salita-escritorio ya no era su lugar preferido, sino que lo era el laberinto. Allí se encontraba bastante realizado. Allí encontraba el desafío que le renovaba, y que le daba energías para seguir.

22. Trabajaba de luna a luna, y cuando ella no iluminaba lo suficiente encendía una antorcha. Sólo dejaba ese trabajo cuando el sol subía alto, mezclándole el sudor con el cansancio, y así obligándole a buscar reposo en su mullidita y enorme camita.

23. Su casita ya le parecía horrible. Su gran mansión donde toda la vida había vivido ya le disgustaba. Quería tener visión en perspectiva. Quería ver lejos. Y para esto hacer, no se le ocurrió mejor solución que instalar espejos por muros y rincones.

24. Una vez instalados los espejos, lo inhabitual de esta situación le confundía y le desorientaba, y con frecuencia empujaba a su propia imagen. Pero con el paso de los días las cosas mejoraron.

25. Sus imágenes se duplicaban y se multiplicaban en los espejos. Las grandes estaban cerca. Las pequeñas estaban lejos. Poco a poco el hombrecito comenzó a diferenciar una imagen de otra, hasta que se acostumbró a pensar que esas no eran sus propias imágenes sino que en realidad eran imágenes de personas todas distintas.

26. Albertito Solón mucho había invertido en remodelar su propiedad para que ella se transformara en su casita ideal, en su casita soñada, pero cada vez que terminaba una etapa, surgía alguna cosita, descubría algún problemita, encontraba algún defectito, y se daba cuenta que era necesario implementar alguna otra reformita complementaria. Y entonces todo debía comenzar de nuevo.

27. Su entusiasmo y su urgencia por una posible nueva reforma que lograba materializar en su mente y en sus croquis, variaban según sus estados de ánimo.

28. Y entonces, pensando que sería preferible dejar esto de las reformas para un poquito más adelante, retomó el proyecto de la novela, autosugestionándose que en realidad era ese su proyecto más importante. La casa de sus sueños vendría luego.

29. Cierto día, cuando una hoja de papel ya estaba en su máquina dispuesta a recibir los impactos, se fijó con atención en el cenicero que en forma oblicua estaba apoyado sobre la mesa. Y pensando que esa no era una posición adecuada, creyó necesario hacer algo al respecto.

30. Y entonces Albertito entró en la fase del orden. Meticulosamente comenzó a ordenar todos los objetos de la casa según tamaño, según color, según función. Y por cierto lo mismo hizo con los libritos de la biblioteca, sus bienes más preciados. Nada podía quedar fuera de su lugar. Un lugar para cada cosita, y cada cosita en su lugar.

31. Cuando se retiraba a descansar, todo quedaba en orden, todo quedaba exactamente como había dejado el día anterior. Si en ese tiempo hubiera quedado ciego, seguro que se hubiera podido desenvolver muy bien en la gran mansión, y que hubiera podido encontrar aún el objeto más pequeñito e insignificante. Y así los días se fueron pareciendo tanto unos a otros, que el hombrecito comenzó a confundir las fechas.

32. Cierto día Albertitito Solón se levantó, como siempre puntual, como siempre a la hora, pero al ir a la cocina observó horrorizado varios charquitos de agua que se agolpaban junto a la heladera. Prestamente tomó lampazo y fregón, y la arremetió va y viene con el palito con empeño y decisión. Eso no debía estar ahí. Eso era una afrenta y una mancha. En todo caso los charquitos de agua debían ser manejados como algo subliminal, como elemento subyacente, como texto oculto, y no como oraciones expuestas.

33. Pero Solón Albertito no estaba conforme, algo le faltaba, algo le inquietaba, pues sentía una inefable sensación que era real, a pesar de no saber expresarla con palabras.

34. Cierto día al irse a acostar, sobre la mesita de luz que tenía junto a su camita, observó extrañado una delgadita y chiquita capita de polvo que recubría el vidrio y el cenicerito (el que nunca usaba puesto que no fumaba). Esa capita de polvo incluso recubría parte de su veladora. Y desde entonces la limpieza se adueñó del hombrecito.

35. Limpiaba y limpiaba. Limpiaba a toda hora. Limpiaba hasta el cansancio. Limpiaba hasta que ya un poquito más tranquilo, observaba con cierta satisfacción que ya no quedaba ni el más leve rastro de suciedad y de polvito.

36. Después de barnizadas, las mesas parecían casi como recién traídas de la mueblería. Después de pulidos, los pisos brillaban y brillaban como espejos, y reflejaban las sombras y las imágenes con lujo de detalles. Después de la acostumbrada limpieza, la cocina tenía el aspecto de nunca haber sido usada para cocinar alimentos. Después de higienizados, los baños brillaban y brillaban como si nunca jamás nadie los hubiera utilizado. Después de aspiradas y repasadas, las habitaciones lucían ellas como las de fotos de hoteles cinco estrellas. Y después de hecha su camita, ella mucho se parecía a la de la vidriería de la mueblería.

37. La casita de Alberditito Solón brillaba, estaba limpia, estaba hermosa, pero el hombrecito no tenía la sensación de disfrutarla, sino que más bien pensaba que él era esclavo de ella. Para Albertito su hogar se había convertido en el lugar donde se iba a lavar a limpiar y a repasar.

38. El proyecto de la novela por cierto no lo había abandonado del todo. En algún momentito que tenía libre, bien dispuesto se ponía a escribir, y mientras limpiaba y limpiaba en sus próximos capítulos pensaba. Y si bien su novela se engrosaba cada vez más, como en la persecución de Aquiles a Héctor, el final parecía cada vez más y más lejano, cada vez más y más distante. Con ahínco Albertito trabajaba y trabajaba así emulando al de los pies ligeros, pero de todas formas su novelita no conseguía avanzar sustantivamente.

39. Cierto día miró hacia el techo y observó que el impecable azul que bien recordaba comenzaba a desmerecerse, comenzaba a decolorarse. ¿Qué haría? ¿Qué decidiría? Si contrataba pintores debería soportarlos por algún tiempo. Y si lo pintaba él mismo, el trabajo avanzaría muy lento pues su agenda estaba casi completa.

40. Pero además, pintar solamente las techumbres era un despropósito. También debería pintar las paredes y barnizar las puertas. Y además su mansión era demasiado grande. Todo le llevaría demasiado tiempo.

41. Entonces comenzó a cerrar habitaciones y a clausurar baños. Total, su hogar le quedaba demasiado grande. Bien se podría arreglar utilizando únicamente una partecita más chiquita.

42. Debía priorizar. Debía simplificar. Retendría su dormitorio, su sala-biblioteca donde seguiría con su novela, y un solo baño. Y la cocina era muy amplia, así que perfectamente allí podría cocinar y comer. Eso era mucho más práctico que la fatigante tarea de ir de la cocina al comedor y del comedor a la cocina, con fuentes, con platos, con cubiertos, con vasos, con bebidas.

43. Y así pasó cierto tiempo en un espacio más reducido, sintiendo cierta satisfacción porque ahora estaba algo más descansado y tranquilo. Los domingos eran los días libres, eran los días que dedicaba al laberinto, al aire fresco, y al solcito.

44. En el laberinto seguía con el proyecto de los jeroglíficos. Era uno de sus proyectos importantes, y a él se dedicaba con devoción y ahínco. Pero cierto domingo observó una parte de su jeroglífico un poco borroneada. Claro. Debería haberlo pensado antes. Era todo el laberinto que poco a poco se desmoronaba, pues como era de arcilla, su tiempo ya se acababa.

45. Descorazonado miró la mansión, el laberinto, el jardín el galpón la cuadra. Miró los rosales que otrora fueron su orgullo. Miró el muro y miró el pórtico. Miró la chimenea que ya no humeaba. Miró la alameda donde de pequeño a veces jugaba.

46. Y tomó su decisión. Buscó las siete llaves. Abrió los siete candados. Abrió el pórtico de hierro y salió. Y tras de sí cerró la entrada. Pasó las siete llaves. Se alejó unos metros. Se volvió a echar una última mirada. Suspiró. Respiró hondo. Titubeó unos segundos. Y luego muy decidido caminó a buen ritmo, y nunca más se lo volvió a ver por aquellos parajes.

Bueno, bueno, bueno. ¡Qué decir de la historia de Alberto Solón! Narración magnífica. Inteligente trama. Buena estructura y presentación. Estilo en realismo mágico enfocado con bastante acierto, que aquí y allá sugiere muy interesantes y sutiles ideas y reflexiones. Escrito atrayente, que logra mantener tensión, que logra interesar al lector hasta el final.

Sobre las interpretaciones tal vez podrían imaginarse centenares. En nuestra época la soledad se padece aún en las megalópolis. Complicamos nuestra existencia en forma superabundante, en forma extrema, en forma innecesaria. Nos rodeamos de cosas que al final son más un tormento que una ayuda. Tenemos la arrogancia de mostrarnos de una manera, cuando en nuestro fuero íntimo somos de otra manera.

La historia de Alberdito Solón inserta en este documento y que simplemente podríamos titular “Soloncito” o “Andanzas de Solón”, con bastante fidelidad respeta ella el argumento originalmente transmitido a mi casilla electrónica. Pero en la versión aquí presentada se implementaron algunos agregados y un general cambio en el estilo. Es que el argumento lo vale, es que la trama se presta, es que la idea es brillante, y palabra más palabra menos, toda una serie de versiones similares y paralelas pueden tener su interés y su atractivo, pueden desarrollar diferentes enfoques y estilos, pueden contener diferentes premios escondidos en paciente espera de ser descubiertos por los lectores.

Bien, hasta ahora los escritos aquí presentados sobre una casa ideal o soñada ya fueron tres, y contando el mío del principio cuatro. Solamente falta presentar y analizar un escrito.

La última respuesta recibida describiendo la casa ideal en realidad no es muy extensa. Para mejor identificarla, a ella titulé “Casa de la enredadera”.

Pero antes de entrar directamente en materia, antes de presentar y analizar el contenido de esta respuesta, hagamos un paréntesis a efectos de presentar algunos señalamientos respecto del título recién sugerido. Como encabezamiento, como grifa de identificación, cuál será en este caso un título más adecuado o más pertinente: “Casa de la enredadera” o “La casa de la enredadera”.

Fuera de contexto la elección de uno u otro parece indiferente.

Claro, hay una diferencia formal entre ambos títulos, uno de ellos se compone de cuatro palabras y el otro se compone de cinco. Pero la interpretación semántica de ambas expresiones sin duda es la misma o muy aproximadamente la misma.

Probablemente ningún hispanohablante siquiera podría marcar un matiz de un diferencial semántico, si se le enfrentan estas dos frases en forma aislada, y si se le interroga al respecto. Cierto, el segundo título sugiere que nos estamos refiriendo a una casa en particular, pero el primer título no se aparta mucho de esta idea debido a que un artículo se halla calificando a enredadera. Para expresar algo diferente, deberíamos poner casa en plural, y/o deberíamos suprimir el artículo de enredadera.

Sin embargo, si insertamos uno de estos dos títulos dentro de un discurso, dentro de un texto, las cosas podrían cambiar ligeramente.

En efecto, dentro de un texto hay una pequeña diferencia entre elegir una de estas dos opciones. Dentro de un contexto general en el cual en lo posible se haya optado por suprimir artículos, sujetos, y adjetivos, la primera opción es preferible para que el estilo del texto completo sea más homogéneo, mientras la segunda opción es preferible si voluntariamente así se quiere marcar un quiebre, si voluntariamente así se desea llamar la atención.

En este tipo de cosas sin duda es conveniente remitirse a los grandes maestros, a los eminentes profesores.

Como insumo para la reflexión, recordemos por ejemplo una frase célebre expresada por Blaise Pascal en el siglo XVII: “Si he escrito esta carta tan larga, ha sido porque no he tenido tiempo de hacerla más corta”.

Recordemos también esta otra frase célebre en algún momento expresada por Emily Dickinson en el siglo XIX: “La buena suerte no es casual, es producto del trabajo”.

También algo nos puede enseñar un pensamiento atribuido a Publius Ovidio Naso, y supuestamente expresado en el entorno del inicio de nuestra era cristiana: “La Diosa Fortuna y la Diosa Venus favorecen al que se atreve”.

Por cierto, también nos debe hacer reflexionar otro de los pensamientos de Blaise Pascal: “Toda la serie de los hombres en el transcurso de tantos siglos, debe ser considerada como un mismo hombre, que existe siempre y aprende de continuo”.

John Fitzgerald Kennedy, el gran estadista estadounidense, también aportó lo suyo: “Amar la lectura, es trocar horas de hastío, por horas de inefable y deliciosa compañía”.

Recordemos otra frase destacada que en algún momento del siglo XX tuvo cierta difusión, y cuya autoría pertenece a José Ortega y Gasset: “A la República sólo ha de salvarla pensar en grande, sacudirse de lo pequeño, y proyectar hacia el porvenir”.

Pero sin duda José Ortega y Gasset fue un pensador muy cuidadoso y completo, y ciertamente no despreció ninguna de las dos puntas.

En su obra titulada “Las meditaciones del Quijote”, este notable filósofo y ensayista español sugería siempre buscar el sentido de lo que nos rodea, aún en los aspectos más simples e inocentes, aún en los aspectos más cotidianos, elementales, y rutinarios, aún en los detalles más insignificantes.

La filosofía orteguiana propone la conveniencia de ser consecuente con el punto de vista propio, ya que ello da sentido de continuidad y de coherencia a una propuesta, y ya que ello también ayuda a adecuar mejor una propuesta a la realidad y a las circunstancias y a lo buscado, pues la realidad y las circunstancias y lo buscado pueden ser así captados con más fidelidad.

En algún aspecto siempre son aventuradas las visiones e interpretaciones que puedan efectuarse sobre nuestro futuro social, o sobre el más conveniente accionar político, o sobre una particular obra literaria.

Dichas visiones o interpretaciones eventualmente pueden llegar a dar un panorama completo, global, y acabado, o por el contrario, ellas pueden intentar dar solamente simples pantallazos o destellos sobre tal o cual aspecto parcial, partiendo más o menos directamente de una determinada realidad cotidiana y/o de un determinado elemento, y analizando las incongruencias o particularidades allí observadas.

Por cierto, ambos enfoques destacados hasta el cansancio por Ortega y Gasset son válidos, el primero por lo general permitiendo un planteamiento más académico, más formal, más racional, más ordenado, tal vez más completo y mejor presentado, y el segundo simplemente presentando argumentaciones y sugiriendo estrategias y conclusiones, y así procediendo de una manera más informal, más espontánea, y más analógica.

José Ortega y Gasset por lo general era contrario a siempre empezar por lo más importante, por lo más trascendente, por el nivel más general y alto posible, para solamente después y en una instancia o fase posterior, intentar acercarse a los detalles y a las realidades cotidianas, para así mejorar, para así comprender, para así facilitar a otros la comprensión y/o el uso.

José Ortega y Gasset recomendaba también fijarse en los detalles y en ciertos casos incluso recomendaba comenzar por los detalles. José Ortega y Gasset en muchísimas situaciones sugería comenzar el análisis por las cosas más simples, por las realidades más cotidianas y más sencillas, aunque ellas pudieran parecer relativamente superfluas e intrascendentes. Este interesante e inteligente pensador español decía: “Yo soy yo y mi circunstancia”.

El circunstancialismo orteguiano propone tomar buena nota de las circunstancias cercanas, a las que precisamente por cercanía y por frecuentes muchas veces se presta muy poca atención.

El pensamiento de José Ortega y Gasset ciertamente puede llegar a ser fuente de inspiración en más de un sentido. No lo despreciemos.

Pero este paréntesis ciertamente no puede quedar completo si no recordamos a otro de los grandes: Ferdinand de Saussure.

Con toda evidencia el gran maestro ginebrino aún puede brindarnos mucho, y en los apuntes de clase recogidos por sus alumnos aún hay cosas por descubrir, y por cierto allí también hay muchas cosas para aplicar, muchas cosas que tienen vigencia en el día a día de muchas profesiones, entre ella la profesión de escritor.

Para cualquiera que desee tener una buena cultura general es recomendable la lectura de “Cours de linguistique générale”, y en forma especial ello es muy conveniente para quienes deseen dedicarse a la escritura literaria.

Pero… ¿Por qué remitir a la lingüística general a quienes deseen dedicarse a la literatura, a quienes deseen dedicarse a la escritura literaria?

Por cierto, no es que se esté recomendando que obligatoriamente un escritor deba transformarse en todo un experto lingüista. Lo que sí se recomienda a quienes intenten crear literatura, a quienes intenten escribir textos literarios, es que adquieran cierta información de base sobre esta materia.

Para mejor entender este requerimiento, tal vez vale la pena poner ejemplos de otras áreas.

Un buen cirujano necesita bien conocer el instrumental con el que se trabaja en su profesión, así como las diferentes técnicas quirúrgicas. Un arquitecto no solamente deberá conocer las técnicas constructivas, sino que también deberá aprender mucho sobre los materiales usados en la construcción.

Y por cierto un escritor necesitará saber bastante de los ladrillos usados para construir las obras literarias (que no son otros que las palabras), así como sobre las leyes que gobiernan las posibles combinaciones de estos ladrillos (léase: gramática), así como los destinos y usos funcionales de las construcciones hechas con estos ladrillos (léase: semántica, reflexión introspectiva, transferencias a la vida diaria).

Hay detalles funcionales que un buen arquitecto nunca debe olvidar. Y por cierto hay cuestiones que deben ser dominadas y siempre recordadas por los escritores (léase: figuras retóricas, mensaje, adaptabilidad y aceptación del producto final por parte de los usuarios). Los usuarios de una obra arquitectónica dependen un poco del destino de la misma, pero si dicho destino es casa-habitación sin duda son los futuros residentes. Y los usuarios de una obra literaria sin duda son los futuros lectores.

¿En lo fundamental y lo básico, qué nos enseña y qué nos transmite la lingüística general? ¿Y sobre todo, qué deberían saber de este tema quienes se dedican a escribir?

Comencemos por algunos conceptos básicos y elementales para poder abordar este asunto con más soltura.

Al hablar, el mensaje lingüístico básicamente se transmite a través de la cadena hablada, y naturalmente al escribir, el mensaje lingüístico básicamente se transmite a través de la cadena escrita. Con toda evidencia, en ambos casos el mensaje lingüístico es analógico.

Por cierto, los humanos de alguna manera aprendemos desde pequeños a reconocer los signos lingüísticos dentro de estas cadenas, los fonemas en el primer caso y los grafemas en el segundo caso. Los grafemas incluyen al conocido alfabeto, o sea a las letras, y en adición los dígitos, más los signos de puntuación, etcétera. Este proceso, este pasaje, es una verdadera digitalización de las señales analógicas de origen, en el mejor concepto que tiene la palabra digitalización en informática.

Ahora bien, si le decimos a alguien que lea un texto en voz alta, o si simplemente le decimos que hable, ciertamente podemos grabar estos sonidos con un equipo digital de audio El resultado obtenido será un mensaje digital, será una cadena digital de sonidos. Y tan digital es este resultado, que no tendremos ningún inconveniente en manejar el mismo en una computadora digital, en transmitirlo digitalmente a través de una línea telefónica, etcétera. ¿Por qué decimos que este resultado es digital?

Simplemente porque podemos expresarlo como una cadena numérica, como una serie de ceros y de unos, o como una serie de los dígitos conocidos por todos, o como una serie de los dígitos hexadecimales (o sea como una serie de los siguientes signos: 0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, A, B, C, D, E, F).

Muy bien, pero ¿el resultado obtenido como recién fue señalado es la misma cosa que la señal original? Respuesta: No. En este proceso se pierde información, se cambian cosas, se distorsionan los sonidos y se los sustituyen por nombres de patrones. Si el equipo grabador-reproductor es de muy baja calidad, cualquier persona con los ojos vendados podrá saber si está escuchando a una persona o si está escuchando una grabación. Si por el contrario el equipo grabador-reproductor es de muy alta fidelidad, va a llegar un momento en el cual el oído humano ya no perciba la diferencia entre el sonido original y el sonido reproducido. Eso por cierto no debe interpretarse como que las diferencias ya no existen, pues las diferencias siguen existiendo.

Véase también que desde el punto de vista morfológico, una cadena digital es una cosa bien diferente de un conjunto de garabatos ordenados en líneas sobre una hoja de papel, y también de una serie de variaciones en la presión del aire de un entorno cualquiera (por ejemplo una habitación).

Cuando un humano transforma un texto o una cadena hablada en grafemas o en fonemas, la pérdida de información en cuanto a los sonidos o en cuanto a la forma de los signos por cierto es muy importante, pero la pérdida de información de tipo semántico es muy baja, y hasta casi podríamos decir que es casi nula.

En efecto, obsérvese que el número de fonemas varía con las lenguas, pero este valor nunca sobrepasa de cincuenta o sesenta. En cuanto al número de letras, este valor varía con los alfabetos, aunque perfectamente podríamos decir que el mismo casi nunca supera la treintena. Aún agregándole los dígitos y otros signos de tipo frecuente, por cierto es raro que se supere el centenar. Y aún siendo muy amplios e incluyendo signos gráficos poco usuales, como por ejemplo los signos matemáticos, los signos contables, etcétera, el valor al que se llega por cierto siempre es relativamente bajo.

Queda así bien de manifiesto que luego del proceso de fonetización de una cadena hablada, la pérdida de información morfológica sin duda será importante, pero la pérdida de información semántica será baja. Y ello se pone de relieve pues el resultado digital obtenido al aplicar este proceso, con certeza proporciona una cadena no muy larga, con certeza proporciona una cadena mucho más corta que la obtenida cuando se hace una simple grabación digital. Es por esto que los archivos de extensión doc son por lo general mucho más pequeños que los archivos de extensión mp3. Y algo muy similar pasa con las cadenas escritas, ya sea escritura manuscrita, escritura a máquina, escritura manual con letra de imprenta, etcétera.

Ahora bien, antes se indicó que hay pérdida de información. ¿Cuál es la información que se pierde?

Si fonetizamos una cadena hablada y solamente retenemos este resultado, por ejemplo estamos perdiendo la información gestual. Por lo general los humanos mueven brazos y manos mientras hablan, o por lo menos reflejan en su cara alguna cosa. Las señas hechas con manos y brazos sirven para enfatizar algo, y no es lo mismo escuchar un texto dicho por una persona con ojos llorosos, que escuchar el mismo texto dicho por otra persona que tenga pintada la alegría y la satisfacción en su rostro.

Pero al hablar también se hacen pausas, se imprimen entonaciones, se alargan ciertos sonidos y en otro momento se habla bien rapidito. El timbre de voz también nos está dando alguna información, pues dentro de ciertos límites así podemos reconocer si el hablante es hombre o mujer o niño o anciano.

Además y solamente fijándonos en la cadena hablada, por lo general algo podremos afirmar sobre el estado de ánimo de quien habla: alegre, trastornado, excitado, nervioso, triste, apesadumbrado, temeroso, dubitativo. Por cierto, tampoco es lo mismo escuchar a alguien que tenga voz de barítono o de soprano, que escuchar a una persona que no haya trabajado su voz y su dicción. Las maestras y los locutores y los políticos tienen una dicción muy clara y cierta cadencia al expresarse, lo que sin duda facilita la comprensión, pues es interés de ellos ser escuchados y comprendidos.

Claro, cuando en su mente una persona hace su proceso de fonetización, toda esta información subliminal y complementaria no la pierde, pues si bien lo más probable es que la digitalización fonética sea hecha independientemente por cierta parte del cerebro con vistas a producir una interpretación semántica primaria, luego esta interpretación primaria o primera sin duda será corregida en base a la situación general de contexto o de entorno, y en base a la recién señalada información subliminal y agregada que va a caballo de la cadena hablada.

Ahora bien, si no se usan ilustraciones en los escritos, allí no será posible transmitir por ejemplo información gestual en forma directa, aunque por cierto los escritores tendrán el recurso de describir las gesticulaciones de manos y brazos, o de referirse a las expresiones faciales de los personajes, o de aludir a la forma de hablar de los mismos.

Usando comas, usando puntos, usando los punto y coma, usando los puntos suspensivos, los escritores podrán señalar los momentos donde deberán insertarse las pausas, y así también podrán dar idea de la duración de las mismas.

Ciertos estados de ánimo también podrán ser transmitidos subliminalmente en los escritos y sin necesidad de indicarlos en forma explícita, por ejemplo usando el recurso de acortar los dichos suprimiendo todos los artículos y los adjetivos que sea posible.

Otra forma de transmitir un estado de ánimo en forma indirecta sin indicarlo explícitamente, o de dar a entender por ejemplo las limitaciones físicas o el cansancio de un personaje sin señalarlo a texto expreso, es por ejemplo la que muy bien utilizó George Orwell en su novela “Nineteen Eighty Four”.

Necesariamente tenía que subir a un séptimo piso. Con sus treinta y nueve años y una úlcera de várices por encima del tobillo derecho, subió lentamente y descansando varias veces.

Cuando alguien habla, la información adicional y escondida que transmite por cierto es muy importante, tanto la que llega a través del propio entorno físico, tanto la que a caballo se monta a lo largo de la propia cadena hablada, y sin que con ello se modifique la cadena digitalizada en forma fonética.

Y también en los escritos es posible transmitir información en forma subliminal y no explícita. Pero para ello los escritores deben prepararse adecuadamente, bien analizando todos los detalles de los recursos que pueden utilizar, y con la práctica aprendiendo a usarlos sabiamente.

Ya para terminar esta disgregación lingüística, digamos alguna cosa sobre el reconocimiento de patrones.

En la cadena hablada, el límite entre un fonema y otro no es muy preciso. A pesar de ello la cadena hablada es dividida en zonas o tramos (eventualmente con una ligera imprecisión en cuanto a los límites exactos de los mismos y sin evitar superposiciones), y en cada uno de esos tramos se reconoce un fonema. Esta repartición en tramos, y este reconocimiento de fonemas, se fundan en el reconocimiento de ciertos rasgos pertinentes, distintivos, y diferenciales (se fundan en el reconocimiento de ciertos modelos o patrones que por cierto son muy complejos). De aquí, de esta complejidad, es que se deriva la enorme dificultad de desarrollo que tienen los programas informáticos digitales que se orientan al tratamiento de la voz humana.

Y en la cadena escrita, ya se trate de escritura manuscrita, ya se trate de escritura con máquina que no se encuentre digitalizada, el reconocimiento de grafemas también es muy complejo, y se funda en procesos algorítmicos y no algorítmicos de muy alta complejidad. De aquí, de esta complejidad, es que se deriva la enorme dificultad y complejidad de los programas informáticos digitales que se orientan al reconocimiento de la escritura manuscrita.

Damos aquí fin al paréntesis que fue mucho más largo de lo que hubiéramos deseado, para dar paso al escrito que hemos titulado “Casa de la enredadera”.

Este escrito expresa más o menos lo siguiente.

1. Cuando de afuera la observé supe era lo que buscaba. Frente azul. Jardín. Amplios ventanales. Apariencia de hogar.

2. La puerta de entrada, amplia, robusta, de madera maciza, sin duda ofrecía la seguridad y comodidad que quería.

3. La chimenea alta, estilizada, roja, con ligera forma de cono, insinuaba un interior cálido y acogedor.

4. Y a través de la ventana se atisbaban amplio estar, buenos muebles, cuadros coloridos.

5. Siempre eso quise, cuadros con bellos paisajes, de pintores cotizados, y sobre todo que irradiaran belleza, que mostraran magnificencia de cumbres y de valles.

6. Las habitaciones del primer y del segundo piso no se veían muy bien. Parecían bien iluminadas en su interior. Parecían ofrecer buena vista al residente o eventual visitante. Y gruesos troncos de enredadera, lamían los bordes de las ventanas y agitaban sus hojas al viento. El conjunto era acogedor. El conjunto era armonioso.

7. ¿Los dueños de vacaciones? ¿Igual no se podría visitar la estancia? Aún es día.

8. La puerta con brusquedad cerraron. Igual no importa, con apoyo de la enredadera podría escalar y así curiosear. El botín bien podría valer la pena.

Ésta es una narración corta de solamente ocho párrafos, pero muy bella. Aquí el objetivo del autor sin duda no fue producir un escrito metafórico con dobles o múltiples interpretaciones. El enfoque es más bien realista, aunque el lado utilitario y detallista no fue desarrollado. Probablemente sólo se buscó una descripción corta, equilibrada, sugestiva, agradable, bella. Y eso sin duda se logró. Y en el sentido recién expresado respecto de las interpretaciones posibles, tal vez la única excepción o duda podría ubicarse hacia al final de la obra. La afirmación del narrador respecto del posible botín, cierra la obra con un final de tipo abierto.

Así se deja un poco en la nebulosa si el escrito alude (a) a un ladronzuelo, o si alude (b) a una persona honesta que necesita comprar o alquilar una casa en esa zona, y que simplemente está haciendo una recorrida exploratoria.

Incluso hasta podría existir una tercera posibilidad, ya que podría tratarse de (c) un mirón curioso e inquieto, que simplemente está dando un paseo porque no tiene asuntos pendientes que atender, y que siendo sensible a la belleza y a la aventura, como el ornitólogo busca a los pájaros no para matarlos sino solamente para tener la emoción de mirarlos y/o para eventualmente fotografiarlos.

Y ya en el terreno de las interpretaciones más remotas, bien podría pensarse que se trata de (d) un corredor inmobiliario que recientemente se instaló en la zona, y que tal vez viendo en esa casa algún cartel o anuncio o indicio de algún otro tipo, intenta acercarse a los propietarios para a ellos ofrecer sus servicios.

Pero observemos un poco en detalle el estilo en este escrito utilizado. Sin duda se buscó eliminar conjunciones, incluso eliminar verbos y adverbios. Se evitó alguna frase larga cortándola en dos, o sustituyéndola por una simple enumeración. Aquí y allá seguramente también se eliminaron pronombres, artículos, adjetivos, y otras yerbas.

También se introdujo un par de giros poéticos donde ellos acomodaban. Se alteró el orden más natural y frecuente de algunas pocas frases. Se buscó un poco de ritmo y sonoridad empleando vocablos con similitudes fónicas, e imponiendo concordancias en tiempo y modo a algunos verbos.

Y eso fue todo. ¿El resultado? Un escrito agradable. Un escrito con personalidad, un escrito sugerente. Un escrito bello. Un escrito bien redactado.

Tal vez los objetivos que así se alcanzan no son espectaculares, no son fuera de serie. Es cierto, es un escrito sencillo con pretensiones relativamente modestas, pero con solamente ocho párrafos de solamente unas pocas líneas cada uno, no es posible pretender una obra por la cual su autor o autora merezcan el Premio Nóbel.

Y un escrito con las características que recién vienen de señalarse, ciertamente también puede ser un buen escrito literario. Y en particular el escrito de los ocho párrafos aquí presentados sin duda lo es.

Ya que aquí terminamos con nuestro análisis de casos, volvamos ahora a nuestra pregunta de fondo. ¿Qué es la literatura y para que sirve?

Porque lo fundamental del presente escrito, porque el propósito principal de este documento, no era el de presentar y analizar cuatro o cinco descripciones de casa ideal, sino que lo que se pretendía era el desarrollo de un ensayo sobre la literatura.

Cuando las cosas son complejas, una técnica perfectamente válida podría ser la de mostrar varios ejemplos. Y por tanto ya está, pues aquí hemos presentado y analizado varios escritos literarios, los que en particular tratan el tema de una casa ideal y soñada. Sin duda podríamos haber elegido otros ejemplos, pero elegimos estos.

Ya que antes tratamos el tema de la lingüística, una última reflexión al respecto.

Tiene que quedar clara la diferencia entre (1) lingüística general y (2) lingüística aplicada.

La lingüística aplicada se refiere a la mejora en el uso de la propia lengua, a través del enriquecimiento lexical, a través del uso habitual de un más extenso vocabulario, y a través de extendidas lecturas de material seleccionado. Y también esta materia se refiere al aprendizaje de una lengua foránea, al estudio de las técnicas de enseñanza de una segunda lengua, a la traducción de textos de una lengua a otra, etcétera.

En cambio el objeto de estudio de la lingüística general son las propias lenguas y los propios idiomas “per se”.

La lingüística general abarca los estudios sincrónicos de un particular estado de lengua. Esta área particular de la lingüística entre otras cosas ayuda a comprender la diferencia entre habla y lengua, en la medida que la primera se refiere a la particular forma de expresarse de un determinado individuo, mientras que la segunda comporta el abstracto común del habla de todas las personas de una cierta comunidad o de una cierta cultura. Los estudios sincrónicos abarcan el análisis de la trilogía (1) signo significante, (2) significado, (3) relación o vínculo entre el significante y el significado. Al tratar esta materia se establece con claridad lo arbitrario del signo lingüístico, en despecho de la existencia de vocablos onomatopéyicos, lo que sin duda podría sugerir otra cosa. Aquí también se analizan las formas de las conjugaciones verbales y la imitación de modelos, o sea la aplicación de la analogía.

También forman parte de estos conocimientos sincrónicos el estudio de las estructuras gramaticales de un particular estadio o estado de lengua.

La lingüística general también abarca los llamados estudios diacrónicos. Por ejemplo el estudio de la evolución en el tiempo de las lenguas humanas, e incluso el estudio de lenguas muertas como el sánscrito o el latín. Esta materia también incluye establecer las diferencias entre una lengua y un dialecto, y analizar las interacciones entre diferentes lenguas (en lo que concierne por ejemplo al préstamo de vocablos y a la importación de verbos). En fin, la aparición y consolidación de neologismos y la etimología u origen de los términos, también están incluidas en esta área específica.

Y sin duda esta clara diferenciación que venimos de comentar, nos sirve de analogía para también bien diferenciar lo que podríamos llamar literatura práctica y literatura teórica, la primera refiriéndose a la práctica de la escritura, y la segunda refiriéndose a las teorías sobre la literatura, sobre la prosa, sobre la poesía.

Con relativa certeza la literatura surge en el milenio –I, momento en el cual se elaboran reglas, ya que así se conciben discursos y se establecen escritos en plena concordancia con estas reglas, y también se conciben escritos de vanguardia que son transgresores.

He aquí lo que los escritores deberían siempre tener presente. Reglas a seguir y reglas a transgredir.

Las innovaciones en literatura dan más libertad en el uso del lenguaje, en el uso por ejemplo de neologismos, en el uso de nuevos juegos de lenguaje, en el uso de lo que algunos han llamado errorismos de lenguaje. Cuando el escritor incursiona en estos recursos, su fantasía y su creatividad tienen rueda libre.

Pero por cierto, un buen escritor no tiene porqué despreciar los escritos de formas clásicas, sujetándose en un ciento por ciento a las reglas establecidas. Al contrario, es muy conveniente incursionar también en este tipo de proyectos, pues esto permitirá pulir al escritor en sus diferentes habilidades y capacidades.

Desde estas líneas invitamos por tanto a los nuevos escritores, a los escritores con poca práctica, a que desarrollen ambas vertientes, a que busquen nuevas formas de escritura, a que sean creativos e innovadores, y también a que apliquen estilos de escritura bien arraigados y conocidos.

Como escritores transgresores que vivieron en el siglo XX, mencionemos únicamente a dos: (a) Franz Kafka Löwy, y (b) Julio Florencio Cortázar Descotte. Para muestra solamente hacen falta uno o dos botones.

Como ejemplo de transgresiones, no hay porqué pensar en cosas sumamente rebuscadas, complejas, elaboradas, muy difíciles de aplicar, súper difíciles de explicar. Pongamos como ejemplo, pongamos como botón, pongamos como muestra, las siguientes dos frases extraídas del mismo párrafo, y perteneciente al cuento largo de Franz Kafka titulado: “La metamorfosis”.

Pero como, jadeando después de semejante esfuerzo, seguía allí tumbado igual que antes, y veía sus patitas de nuevo luchando entre sí, quizá con más fuerza aún, y no encontraba posibilidad de poner sosiego y orden a este atropello, se decía otra vez que de ningún modo podía permanecer en la cama, y que lo más sensato era sacrificarlo todo, si es que con ello existía la más mínima esperanza de liberarse de ella. Pero al mismo tiempo no olvidaba recordar de vez en cuando que reflexionar serena, muy serenamente, es mejor que tomar decisiones desesperadas.

El autor sin duda quiso enfrentar aquí dos frases, una notoriamente muy larga, y otra de largo normal (y esto se repite constantemente en la obra citada).

Pero véase la segunda frase. La estructura gramatical de la misma no llama exageradamente la atención. Se usan allí dos comas, y la coma antes de la conjugación en presente del verbo ser es relativamente obligada. Cierto, tal vez se podría suprimir la primera coma, e incluso se podrían suprimir las palabras “serena” y “muy”, o hacer algún otro cambio sin mayor relevancia.

Véase en cambio la primera frase. El largo de esta frase sin duda sí es muy llamativo. Y entre otras cosas especiales o novedosas se usan allí ocho comas, pero además la ubicación de esas comas tal vez no es la más usual o natural. Pero además y sobre todo esta frase está exageradamente recargada (se la podría simplificar con mucha facilidad), y algunas oraciones se cortan en dos en forma no habitual. A pesar de todas estas irregularidades, a pesar de todos estos orrores de presentación, la frase es relativamente bien comprendida, aún fuera de contexto, y si se hace la prueba, la misma podría ser leída en voz alta sin un esfuerzo especial, y sin que con ello se dificulte exageradamente la comprensión de la misma por parte de un eventual oyente.

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