sábado, 11 de abril de 2009

Practicando narradores de ambos sexos (ñ1)

Por cierto nuestro sexo nos define en una larga serie de cuestiones. Por cierto nuestro sexo nos condiciona en más de un aspecto.

La mujer tiende a largar el llanto cuando la ocasión lo amerita, y así mejor descarga sus tensiones. La mujer con frecuencia exterioriza sus sentimientos y no los esconde. La mujer suele tener una psicología bien diferente a la del hombre, y suele defender puntos de vista que en líneas generales y en ciertos detalles suelen ser diferentes a los defendidos por el hombre.

El hombre por el contrario generalmente es más reservado que la mujer, porque la sociedad toda precisamente espera eso de él, y porque él es educado para que precisamente reaccione de esta manera. El hombre suele reprimir el llanto cuando la angustia anuda su garganta, y suele esconder sus sentimientos bajo apariencia de indiferencia, despreocupación, fortaleza, serenidad, estabilidad, aplomo. El hombre se suele sentir responsable de su familia, y con una actitud aparentemente firme y decidida tiende a trasmitir tranquilidad a la familia toda.

Ciertamente estas diferentes peculiaridades e idiosincrasias que venimos de poner de relieve y que caracterizan a los dos sexos, sin duda también se reflejan en los escritores y en los escritos. Evidentemente en los escritos de ficción por lo general hay personajes de ambos sexos, pues en la realidad hay personas de ambos sexos y de diferentes inclinaciones sexuales. Sin embargo, el sexo del narrador de la historia con mucha frecuencia o bien es indefinido, o bien coincide con el sexo del escritor, y esto es generalmente así pues precisamente el escritor se suele identificar con el narrador. Por lo general la historia está teñida con los puntos de vista del narrador, los que naturalmente suelen ser los puntos de vista del escritor en la mayoría de los casos.

Lo que se propone al lector desde esta sección, es concretar una narración en primera persona en la cual el personaje-narrador sea de un sexo distinto al del escritor. O sea que si el escritor es hombre se pide que el escrito narre las peripecias de un personaje femenino, y viceversa, si el escritor es mujer el personaje central debe ser hombre.

Como disparador de la historia, se solicita imaginar que el personaje central recibe un anónimo más o menos redactado en los siguientes términos: «Sé bien que lo hiciste, así que tenemos que hablar. Nos vemos en tal o cual lugar mañana viernes a la hora tal o cual. No faltes. Y no te preocupes pues yo te reconoceré, así que seré yo quien primero me acercaré a ti y me daré a conocer.»

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