sábado, 11 de abril de 2009

Dos mil ochenta y cuatro (d2)

Era un luminoso y frío día de abril, y los relojes daban las trece. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el muy molesto viento, se deslizó rápidamente por entre las puertas de cristal de las Casas de la Victoria, aunque no con la suficiente rapidez para evitar que una ráfaga polvorienta se colara con él.

El vestíbulo olía a legumbres cocidas y a esteras viejas. Al fondo, un cartel de colores, demasiado grande para hallarse en un interior, estaba pegado a la pared. Éste era ocupado casi en su totalidad por un enorme rostro de más de un metro de anchura: la cara de un hombre de unos cuarenta y cinco años, con un gran bigote negro y facciones hermosas y endurecidas.

Winston se dirigió hacia las escaleras. Era inútil intentar subir en el ascensor. No funcionaba con frecuencia, y además en esta época la corriente se cortaba durante las horas diurnas. Esto era parte de las restricciones con que se preparaba la Semana del Odio.

Necesariamente tenía que subir a un séptimo piso. Con sus treinta y nueve años y una úlcera de várices por encima del tobillo derecho, subió lentamente y descansando varias veces.

En cada descansillo y frente a la puerta del ascensor, el cartelón del enorme rostro miraba desde el muro. Era uno de esos dibujos realizados de tal manera que los ojos le siguen a uno adondequiera que vaya. “EL GRAN HERMANO TE VIGILA”, decía la leyenda al pie.

Al llegar al piso siete llamó con los nudillos en la puerta de más al fondo. Y al cabo de algunos segundos le atendió una mujer bastante baja y muy entrada en años.

– Usted debe ser la mamá de Marcela. –dijo el hombre con su mejor sonrisa–

– Sí, –dijo ella acariciándose la mejilla– y usted tiene que ser Lorenzo.

– Efectivamente. –le contesté, y ambos reímos ya más distendidos–

Muy amablemente la señora le hizo entrar, y señalando una silla informó al señor Smith que Marcela no estaba, pero que seguramente no tardaría.

Y con rapidez se disculpó por no acompañarle, pero lo cierto es que debía atender a los dos hijos de Marcela que estaban en el dormitorio, y a quienes no se les podía dejar solos. En son de disculpa, afirmó que eran pequeños y muy revoltosos. Luego la mujer giró sobre sus talones y desapareció detrás de una cortina.

Winston Smith se sentó inmediatamente, cruzó los brazos, y así permaneció casi sin moverse, y con cara muy pensativa y sombría. Debía bien planificar su entrevista con Marcela. Tendría que pensar bien qué era lo que iba a proponer o a sugerir.

Por cierto que ya conocía a Marcela. La había visto varias veces. Pero ésta sería su primera reunión a solas. Y en su casa. ¿Sería ella como aparentaba ser en las reuniones del grupo?

El hombre era alto y delgado, y había nacido en EEUU, muy cerca de la frontera mexicana. De muy niño con sus padres había deambulado por el mundo entero y especialmente por América Latina, pues su progenitor era diplomático. Debido a ello hablaba tan bien el español como el inglés. Y como era de esperar, Windston pronto también desarrolló sensibilidad social e interés por la política.

A pesar de su delgadez sin duda lucía fuerte y elegante. Sus ropas eran casi nuevas y le sentaban bien.

En la calle su apariencia muy probablemente llamaría la atención, porque en esa época no se solía ser tan cuidadoso con la vestimenta.

Pero seguramente lo que más resaltaría a cualquier observador en esos años, sería la extrema delgadez de ese hombre. En ese tiempo la gente por lo general no pasaba hambre, pero los alimentos naturales eran muy escasos, y por eso casi el noventa por ciento de la población era obesa. Lo que mayoritariamente se comía era la llamada comida chatarra, y por cierto eso era lo que entonces también comía Winston Smith. Y si él no engordaba como tantos otros, seguramente era porque su metabolismo mucho le ayudaba.

Un ruido en la puerta de entrada sobresaltó a Winston. Posiblemente estaba muy distraído. Posiblemente estaba muy concentrado en sus meditaciones y sus elucubraciones sobre la delicada situación política del momento.

Hombre y mujer se saludaron con cortesía y efusividad, e inmediatamente se instalaron en la mesa del comedor, donde desplegaron sus afiches y sus libretas de apuntes.

Inmediatamente la mujer le recordó al hombre que para todos y que para ellos mismos sus respectivos nombres eran Lorenzo y Marcela, y que por nada del mundo debían revelar sus verdaderas identidades y sus verdaderos lugares de reunión.

– No se preocupe por eso, –dijo el hombre con una sonrisa– estoy aquí para ayudar y no para complicar las cosas.

– Tenga fe en mí como yo tengo fe en usted y en todo el grupo. De esta situación salimos todos juntos y unidos, o no salimos. Tengamos total confianza en nuestro futuro. Tengamos esperanza en un porvenir venturoso. –recalcó bien pausadamente–

Hombre y mujer hablaban en un español muy fluido, a pesar que esa no era la lengua materna ni en el caso de él ni en el caso de ella.

Sin duda el Gran Hermano y su entorno les vigilaba, y ellos lo sabían bien, y ellos les temían, y ellos recelaban, y si podían se escondían o intentaban pasar desapercibidos. El Gran Hermano parecía estar muy decidido a de alguna manera abortar o al menos empequeñecer la Semana de la Solidaridad Internacional, y por eso hasta la había rebautizado Semana del Odio. Seguramente estarían dispuestos a todo. Seguramente serían capaces hasta de falsear la propia historia.

Las actividades de protesta que se llevarían a cabo en esos emblemáticos siete días, coincidirían en fecha y lugar con la realización de los XLVIII Juegos Olímpicos, los que sin duda serían bendecidos con gran pompa por el propio Gran Hermano durante la ceremonia inaugural.

– Es una vergüenza que el propio Comité Olímpico Internacional permita que los Juegos Olímpicos sean usados tan vilmente como propaganda proselitista. –dijo Lorenzo muy contrariado– Así se repite lo ocurrido Berlín–1936 y en Beijing–2008, donde se permitió el show por personajes que no merecían este honor. Es indignante, pues es una forma de apoyo a esta gente, una forma de reconocimiento.

– Ellos parecen estar dispuestos a todo para impedir que nos manifestemos y que digamos nuestras verdades. –afirmó la mujer– ¡Si hasta cortan la electricidad en buena parte del día y en casi toda la ciudad, para así intentar dificultar nuestros desplazamientos y nuestras movilizaciones, para así intentar desanimarnos! ¡Y eso que aún faltan unas cuantas semanas antes que la gran fiesta comience!

– ¿Dime Marcela, aparte de las protestas a organizarse en todo el mundo al paso del fuego olímpico, qué otras actividades de relevancia están previstas? ¿En la reunión del lunes pasado con los otros grupos y a la cual no pude asistir, finalmente se aprobó la plataforma de peticiones? ¿Qué tipo de coordinación piensa establecerse con las organizaciones no gubernamentales de otros países?

Con movimientos lentos y parsimoniosos, Marcela desplegó unas hojas de papel un poco ajadas, en donde con letra grande y clara podía leerse lo indicado en las siguientes líneas.

• Constitución y reconocimiento de un verdadero Gobierno Mundial, con amplias facultades de decisión, y con financiamiento asegurado.
• Implantación de una verdadera moneda internacional llamada bancor, y organización del comercio internacional con similitud a lo oportunamente propuesto en 1944 por John Maynard Keynes, incluyendo algún tipo de gravamen tanto a las balanzas de pago deficitarias como a las balanzas de pago supernumerarias.
• Ayuda a los Gobiernos en la implementación de sistemas tributarios nacionales de recaudación compulsiva y totalmente automatizada.
• Implantación de recaudación compulsiva y automatizada también en la colecta de aportes al Gobierno Mundial por parte de los distintos países.
• Implantación de procedimientos financiero-contables mucho más estrictos y seguros, de forma de poder hacer un mucho mejor seguimiento de las cadenas de pago.
• Paso total de control al Gobierno Mundial en todo lo concerniente a la operación y a la ampliación de Supernet, dada la gran importancia de esta tecnología en nuestra actual organización social, dada las grandes posibilidades futuras de esta Internet de segunda generación, y dado los peligros que la misma podría provocar en manos de Gobiernos corruptos y autoritarios.
• Sustitución de la actual cooperación internacional por un sistema mucho más organizado y racional, y con financiamiento asegurado por el propio Gobierno Mundial.
• Promoción a escala internacional tanto de los servicios empresariales como de los servicios familiares. Promoción de los conglomerados empresariales. Gran apoyo a los grupos familiares, y gran apoyo a la pequeña y mediana empresa.
• Discusión a nivel mundial sobre las políticas de planificación familiar y de control de natalidad, las que necesariamente deberán tener una organicidad global respondiendo a una estrategia global, bajo especial responsabilidad y supervisión del Gobierno Mundial, y no tanto a cargo de las autoridades nacionales.

Lorenzo leyó el escrito con mucha atención un par de veces, y a medida que avanzaba en su lectura, hacía gestos y cortos comentarios de amplia aceptación, de amplia y satisfecha aprobación.

Luego el hombre comentó que la instalación de Supernet avanzaba a gran ritmo en todo el país, pues sin duda la misma podría ser usada para espiar y controlar a la población toda, incluso hasta en sus propios hogares.

– La mayoría –dijo– aceptará de buen grado la instalación de las terminales de Supernet en sus propios domicilios, pues son demasiados los servicios que por esta vía serán ofrecidos. Además, y con el pretexto de la facturación y del ahorro de energía, muchísimas cosas necesaria y obligatoriamente tendrán que ser vehiculizadas por este medio. El encendido de luces, la cocción de alimentos, el control de la temperatura del agua destinada al aseo personal y al lavado de ropa, las comunicaciones personales, el manejo del dinero, las compras en los comercios, la apertura y cierre de muchas puertas, etcétera, etcétera.

Inmediatamente preguntó a Marcela si no sería conveniente provocar algún tipo de atentado o de daño a los cableados y a las instalaciones, como forma de retrasar o de degradar el funcionamiento de Supernet. La mujer escuchaba con mucha atención a Lorenzo, y aunque no decía palabra, con insistencia movía negativamente su cabeza.

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