viernes, 3 de abril de 2009

Cuentos infantiles (x1)

Ciertamente la literatura para la gente menuda también ha tenido autores destacados, así que como un nuevo ejercicio, se solicita al lector que escriba un cuento que pudiera ser de interés para los niños.

En varios de los ejercicios anteriormente propuestos, hemos sugerido enfocar de diferentes maneras la natural oposición entre la realidad y la ficción, entre lo verdaderamente acaecido y lo meramente inventado o imaginado, así que como consigna para la orientación a dar a este solicitado cuento infantil, se sugiere que en forma didáctica y de alguna forma, con esta narración se incentive la reflexión del niño sobre esta oposición entre el mundo de lo real y el mundo de la fantasía.

Las historias reales ciertamente son de interés para saber lo que ha pasado, y para así descubrir sus propias raíces. Además, las historias reales también pueden ser muy provechosas, ya que de ellas por cierto también podemos extraer enseñanzas útiles que nos permitan mejor manejarnos en esta vida. Pero las historias de ficción también pueden ser muy didácticas y también nos pueden enseñar a ser más exitosos, así que por cierto ellas también tienen su interés, tanto para la gente menuda como para la gente adulta.

X2 – LAS HISTORIAS DEL ABUELO (x2)

– Abuelo, abuelo, ya nos acostamos, y ya arreglamos nuestra ropita en el armario. Ahora ven a contarnos una de tus historias. –dijo Martín–

El abuelo se acercó entonces a las camitas de Martín y de Sebastián, y se sentó en el borde de una de ellas.

– Bueno, a ver, déjenme pensar, pues creo que ya les he contado todos los cuentos que yo sabía…

– Ah, sí, lo que puedo hacer es contarles historias reales, de cuando la mamá de ustedes era chiquita. ¿Les gustaría escuchar historias de este tipo?

– Sí, sí, sí. –dijeron los niños a coro–

– Bueno, lo que en este momento se me ocurre contarles, es lo que pasó cuando Verónica, cuando la mamá de ustedes fue por primera vez al jardín de infantes.

– Por cierto, en ese entonces Verónica era muy chiquita, y quien la llevó a la escuelita fui yo mismo, ya que mi esposa María estaba ocupada y no podía ocuparse de ello.

El abuelo hace una pausa para mirar las caritas de sus nietos, y comprobando que ellos están bien despiertos y atentos, continúa con su historia.

– Por ser el papá de Verónica, me comprometí a llevarla al jardín de infantes luego del almuerzo, y también a ir a buscar a la niña hacia el fin de la jornada.

– Pero he aquí que ese día estuve muy atareado en mi trabajo, y consecuencia de ello se me olvidó por completo que debía buscar a mi hija al jardín de infantes.

– Tarde en la noche, llegué a la casa, sonriente y despreocupado, entré en la sala, y mi esposa me recibió cariñosamente, preguntándome dónde estaba Verónica.

– Entonces, como un relámpago me vino a la mente que me había comprometido a ir a buscar a mi hija a la escuelita, le informé nervioso a María de mi olvido, y salí corriendo del hogar. Tomé el ascensor, salí del edificio, y corrí hacia el automóvil que había dejado estacionado frente al condominio. Por cierto estaba preocupado, pues a esa hora seguramente la escuelita ya debería estar cerrada. ¿Qué habría pasado con la niña? ¿Dónde estaría ahora Verónica? Nerviosamente traté de abrir la puerta del automóvil, cuando oí unos gritos de niña que decían: “Papá, papá, estoy aquí”.

– Miré hacia el balcón de mi apartamento, y vi sonriente a mi esposa, y también a mi hija Verónica, quienes se reían, saludándome con grandes ademanes.

– Y entonces comprendí que de alguna forma alguien había ido a buscar a Verónica al jardín de infantes, y suspiré aliviado.

– Al regresar al hogar pedí detalles, y madre e hija me informaron que en la escuelita uno a uno los papás habían venido a buscar a sus hijos, y finalmente la única que allí había quedado era Verónica. Al ser su primer día de jardín de infantes, y al imaginar que la habían abandonado, la niña nerviosamente se puso a llorar. Entonces la maestra tuvo el tino de fijarse en la ficha de la niña, y como allí estaba el teléfono de los padres, a ellos llamó de inmediato. Quien atendió esa llamada fue María, quien al saber lo que estaba ocurriendo, de inmediato tomó un taxi y fue a buscar a su hija.

– Habiendo contado esto, madre e hija comenzaron a darme coscorrones, mientras yo trataba de evadir sus golpes y sus empujones. ¡Qué rezongo me dieron ese día! Y bien me lo tenía merecido.

– En penitencia, tuve que sacar a pasear a ambas en el coche, y también tuve que invitarlas a tomar un helado.

– Y colorín colorado, el cuentito se ha acabado. ¿Les gustó?

– Sí. –dijeron los niños– Sí, sí, nos gustó mucho.

– Ya para terminar por esta noche, quiero que ustedes comprendan la diferencia que existe entre una historia real y una historia inventada.

– Una historia real es algo que realmente pasó, mientras que una historia inventada, mientras que una historia de ficción, es algo que nunca pasó, y que alguien imagina y cuenta, con la finalidad de entretener y de divertir a quienes le escuchen.

– La historia que hoy les conté es algo real, es algo que verdaderamente pasó. Mientras que las historias que les fui contando los otros días, eran todas historias inventadas, pues en ellas se relataban cosas que nunca sucedieron, y porque en ellas incluso se hacía referencia a personajes que nunca existieron (por ejemplo, los animalitos no hablan, y por tanto las historias con ardillitas y con conejitos que hablan, con certeza son todas ellas inventadas, con seguridad son todas ellas historias de ficción. Ambas clases de historias, ambas clases de cuentitos, son interesantes porque divierten, pero también porque enseñan.

– La historia que hoy les conté, nos señala que a veces uno se olvida de los compromisos que asume, de las cosas que se compromete a hacer, así que en lugar de confiar en la memoria, lo que se debería hacer es anotar en una libretita todas las cosas a cumplir a lo largo del día, y así, consultando esa libretita con cierta frecuencia, uno podría ir acomodando los tiempos para poder cumplir con todos los compromisos asumidos. Si así hubiera procedido aquel día, si hubiera anotado en mi libretita “Buscar a Verónica”, seguramente no me hubiera olvidado de ir a buscar a mi hija.

– Díganme una cosa: ¿Cuándo ustedes dos sean grandes, van a tener ustedes una libretita donde apuntar sus compromisos?

Los dos niños asintieron con la cabeza muy seriecitos. El abuelo ya había observado algún bostezo de Sebastián, el niño más pequeño, así que le pareció que ya era hora de partir.

– Bueno, ya terminé con la historia de hoy día, y también con el análisis de la historia, así que todos a dormir. Saluden al abuelo.

Los dos niños saludaron al hombre con un fuerte y largo abrazo, y con un besito en la mejilla. Luego de esto, el hombre apagó la veladora, y salió de la habitación.

– ¿Ya terminaste con la historia? ¿Los niños ya se durmieron? –preguntó Verónica–

– Los niños aún están despiertos, pero creo que muy pronto se dormirán –respondió el abuelo– Y hoy no les conté algo inventado, sino algo que a ti te ocurrió cuando eras niña.

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